Real Casa de Correos: dos siglos y medio marcando el latido de una plaza incesante

El edificio más antiguo de la Puerta del Sol celebra el 250 aniversario de su contrucción como epicentro de la vida y la historia de los madrileños

Fachada principal de la Real Casa de Correos, en el número 7 de la Puerta del Sol, sede actual del Gobierno de la Comunidad FOTOS: JAIME GARCÍA
Adrián Delgado

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Hay dos maneras de abordar el 250 aniversario de la construcción de la Real Casa de Correos: desde la singularidad arquitectónica de una de las joyas urbanísticas de la capital o desde la, no menos trascendental, influencia en la vida cotidiana de los madrileños desde hace dos siglos y medio. En su caso, el recurrente símil que lo compara con un «testigo» perenne del paso del tiempo -no en vano está coronado por el reloj más famoso de España - viene justificado por una pretendida centralidad que, desde 1950, marca el Kilómetro Cero frente a su fachada. El «origen de las carreteras radiales» es, con el edificio más antiguo de la Puerta del Sol, un epicentro emocional más que geográfico. Es una suerte de lugar común en la memoria colectiva de madrileños y foráneos. Su postal, desde que la fotografiara el francés Jean Laurent en los años 60 del siglo XIX, ha evolucionado hasta hoy con las arrugas -y algunas cicatrices- que la Historia ha impreso en ella.

Es lo propio de un edificio con un cuarto de milenio pesando sobre sus sólidos cimientos, con la responsabilidad de haber condicionado el aspecto que hoy tiene el corazón de Madrid. Por eso, desde la conclusión de sus obras en 1768 , ha tomado el pulso de lo que ocurría a su alrededor. Su nombre ha tenido más calado que el uso con el que fue ideado en tiempos de Fernando IV. En su hoja de servicio apenas constan unas décadas dedicadas a ser sede postal. Acabó acogiendo también la Capitanía General, el Gobierno Militar y la Guardia de Prevención, en los primeros compases del siglo XIX. Solo su planta baja se reservó al servicio público de Correos.

El impresionante edificio proyectado por Ventura Rodríguez, concluido y ornamentado -ya en tiempos de Carlos III- por el francés Jaime Marquet, ha visto pasar ante él todo tipo de acontecimientos. Una de las dos placas que luce en su fachada recuerda el levantamiento de los madrileños contra los invasores franceses el 2 de mayo de 1808. En sus alrededores tuvo lugar la sangrienta carga de los mamelucos napoleónicos de la que Goya pintó su «cicatriz» para no olvidarla. La otra, más reciente, recuerda el horror vivido en Madrid el 11 de marzo de 2004 pero también el lado heróico y solidario de sus ciudadanos más contemporáneos.

En 1847 pasó a albergar la sede del Ministerio de la Gobernación y, con ello, se convirtió en un símbolo del Estado . La transformación del edificio obligó, no solo a construir una nueva planta para albergar los trabajos gubernamentales, sino a reforzar la presencia de tropas para protegerlo. El servicio de Correos se trasladó a la Real Casa de Postas, proyectada en tiempos de Carlos IV a espaldas de Sol. En 1854 fue escenario, de nuevo, de revueltas. La plaza ardió literalmente aquel verano con las protestas de la Vicalvarada, liderada por O’Donnell, que daría lugar al Bienio Progresista.

Iglesias derribadas

Entre tanto, la Puerta del Sol continuó con su transformación, siempre marcada por la Real Casa de Correos. La Reina Isabel II ordenó la reforma de la plaza ese mismo año. Se derribó entonces la Iglesia del Buen Suceso -en 1836 ya se había demolido el Convento de San Felipe, célebre por sus gradas y su mentidero-. Su reloj fue el más famoso de Madrid hasta que, en 1855, estrenara otro el entonces Ministerio de la Gobernación -en realidad, el mismo porque reutilizó su vieja maquinaria-. Sin embargo, su pésimo estado obligó a sustituirlo por el actual, inaugurado el 19 de noviembre de 1866. El viejo reloj de Gobernación no daba bien la hora : «Ese reloj es el espejo del gobierno que hay debajo», rezaba una copla de la época.

La arquitectura isabelina , con amplias aceras, farolas de gas y una gran fuente ornamental trazó la plaza que hoy conocemos y que fotografió Laurent en sus postales. Madrid se modernizaba en su camino hacia el nuevo siglo. Entrado ya en el XX, la Real Casa de Correos vivió momentos turbulentos, entre ellos el magnicidio del presidente del Gobierno José Canalejas, el 12 de noviembre de 1912. La mesa en la que fue depositado su cadáver en su interior aún se conserva. Después llegó la proclamación de la II República en abril de 1931 y, a partir de 1936, la barbarie cainita de la Guerra Civil.

Los calabozos de la DGS

Terminada la contienda, el edificio vivió los años más aciagos de su historia: la Real Casa de Correos dejó de albergar el Ministerio de la Gobernación para convertirse en la sede de la Dirección General de Seguridad (DGS), de la Jefatura Superior de Policía y de la Dirección General de Policía. El eje de la vida madrileña pareció desplazarse entonces a otra parte, convertido en una sede gris en cuyos calabozos se ejerció de manera desmesurada la violencia, la represión y las torturas. En un paseo por sus sótanos, aún se pueden ver los anclajes de sus rejas y sentir el frío y la humedad. De nuevo, una muestra de esas «cicatrices».

Los antiguos calabozos de la Dirección General de Seguridad (DGS)

En 1984, Madrid confinó al olvido esa triste etapa del edificio. Se acordó que la Real Casa de Correos pasase a convertirse en la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid , recuperando el latido y la centralidad de la Puerta del Sol. Todo discurre ante ella: las prisas del currante y el selfie del turista, los loteros y los carteristas, la algarabía diurna y sus madrugadas «tranquilas».

Arte oculto en sus estancias

Tras su rehabilitación en 1998, en el edificio conviven su belleza y la máxima expresión de su utilidad. Su diseño y ornato ha sido criticado a lo largo de su historia. Algunas de sus carencias -una gran escalera, por ejemplo- se suple con rincones únicos . La Sala del Consejo de Gobierno es una de ellas. Presidida por los retratos de 11 jefes de Gobierno de España -entre ellos, Sagasta, Cánovas o Dato-, la estancia conserva el lujoso carácter de su época como Ministerio de la Gobernación. Muy cerca, se encuentra el despacho del presidente del Ejecutivo Regional. «La Real Casa de Correos está repleta de rincones con mucho encanto. Uno de mis favoritos es la sala contigua al despacho, en la que preparo mis discursos o leo ajeno al bullicio de la Puerta del Sol rodeado de la paz y la belleza de este singular edificio. Es todo un privilegio», explica a ABC Ángel Garrido.

En esa misma planta noble se conserva una importante selección de obras de arte : pinturas, esculturas, fotografías, grabados, lámparas, relojes, espejos o jarrones. Entre ellas hay piezas de Tàpies, Benlliure, Lucio Muñoz, Manolo Valdés, Equipo Crónica, Eduardo Arroyo o Ramón Masats, entre otros muchos.

Pero el arte también se deja ver desde sus balcones. Arte incesante que dibujan los peatones, los vehículos -cada vez menos protagonistas- y el elenco que da vida al paisanaje de la capital en pleno centro de Madrid. Lo que ocurra aquí llegará a todas partes . Como dijo Ramón Gómez de la Serna: «Una pedrada en la Puerta del Sol mueve ondas concéntricas en toda la laguna de España».

El patio de la Real Casa de Correos adornado con árboles de Navidad
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