Preciados, esquina Instagram: músicos callejeros a la caza del éxito

Los artistas utilizan las redes sociales como instrumento para darse a conocer y aumentar sus seguidores

El grupo Los Cuerdos de Atar, en una de sus actuaciones en la calle de Preciados FOTOS: JOSÉ RAMÓN LADRA

Mónica Gail

La calle de Preciados es testigo cada día de las voces e instrumentos que luchan por hacerse un hueco en sus aceras. « Esto es como una ventana , como una vitrina», dice Adriana Moreno. Esta joven cantautora venezolana llegó hace un par de meses a Madrid y ya incita al baile hasta a aquellos bien entrados en años. Es su pan de cada día. A las siete de la tarde se despierta su guitarra, acompañada de Jos, con su cajón peruano, y Ulises, con su saxo. La gente, al instante, forma un semicírculo rodeándoles. Muchos sacan sus teléfonos móviles y comienzan a grabar. Otros echan algunas monedas en la funda de la guitarra. «He vivido de la música toda la vida». Adriana está totalmente centrada en su trabajo como cantante y espera seguir creciendo: «No pretendo quedarme toda la vida tocando en las calles».

Las redes sociales conforman un instrumento más que añadir a la banda sonora de estos músicos callejeros. Uno de los objetivos que persiguen es la autopromoción. Y la mejor manera para conseguirlo es colocar un cartel en el suelo con su cuenta de Instagram mientras actúan. «Así, uno va sumando público», asegura Adriana.

Sobre esto de saltar del anonimato a la fama, el que más sabe es el ex concursante de Operación Triunfo, Damion Frost. Pasó de ser un simple músico callejero que deleitaba a los viandantes -tanto madrileños como forasteros- con su voz angelical, a dar el salto al plató de televisión. Pero el éxito, a veces, no lo es todo. Damion aún siente el gusanillo de tocar en la calle : «Cuando camino por Preciados tengo ganas de pararme y seguir tocando, pero luego pienso: la puedes armar gorda. Y me echarían la bronca». Para él, cantar en la calle era ya como una rutina. «Lo echo de menos», confiesa.

Preciados también acoge a Los Cuerdos de Atar, el grupo de Pepe, Víctor, César y Andrea. «Siempre tocamos aquí porque es una calle animada», comenta Pepe. Su seña de identidad: casco azul y chaleco naranja. Ya están listos para mostrar sus canciones con mucho humor. Este grupo tiene tres años de experiencia, pero solo uno de ellos en las calles. Antes tocaban en el metro , pero su verdadero origen es en los parques, cuando cantaban «por diversión». «Improvisábamos y no se nos pasaba por la cabeza aceptar propinas», dice Víctor. Ahora todo ha cambiado y se ayudan de las redes para ser cada vez más conocidos. «Al principio cuesta mucho. Lo primero que ve la gente es el número de seguidores que tienes. Cuando teníamos diez, llegar a once era dificilísimo, pero ahora que tenemos más de dos mil, va fluyendo poco a poco. Si tienes aceptación social, la gente te sigue», concluye Pepe.

Adriana Moreno canta con su guitarra y el cartel promocional

No es fácil encontrar un sitio en un lugar tan codiciado. La nueva normativa para músicos ambulantes impide que estos puedan tocar más de dos horas seguidas en el mismo lugar en ciertas zonas del distrito Centro , declarado Zona de Protección Acústica Especial desde 2011. Según el Ayuntamiento de Madrid, esta ordenanza «pretende superar la degradación que la música de calle ha venido sufriendo en los últimos años, generando molestias a los vecinos». Es un acuerdo consensuado por colectivos de músicos y representantes vecinales.

Normalmente, los artistas se suelen respetar entre ellos. Un violinista precede a Los Cuerdos de Atar. «Él lleva aquí ya dos horas; como tiene que acabar, empezamos nosotros de siete a nueve (de la tarde)», explica Pepe. Y si nadie les echa de su sitio, apuran al máximo. Eso sí, los establecimientos de la zona controlan más el reloj : «Siempre que te pasas un poco de tiempo, viene la policía enseguida diciendo que les han llamado de alguna tienda».

Como en todo, hecha la ley, hecha la trampa. «Hay mucha gente mendigando que se pone a tocar. A veces optamos por sobornarlos y les pagamos para que se vayan; se lo suelen tomar bien». Los Cuerdos de Atar aseguran que «parados, perdemos el tiempo». Por eso, les suele interesar pagar a otros músicos para que se vayan antes de su hora y puedan sustituirles.

No todo son alabanzas para los que aspiran a alcanzar una buena reputación en el mundo musical. El colectivo Stop Músicos en Sol denuncia que no se respeta este espacio en el que son los vecinos los que sufren: «El centro de Madrid no es un parque temático . Son calles y plazas donde vivimos personas, con derecho a descansar y a no ver afectada nuestra salud por el incesante acoso, durante el día y la noche, de la «música» amplificada tolerada por el Ayuntamiento».

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