Cartas a alcaldesa

El perro

No tiene uno nada en contra de los perros, naturalmente, pero no puede decirse lo mismo a propósito de algunos de sus dueños

Un hombre pasea a su perro en Madrid DE SAN BERNARDO

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No tiene uno nada en contra de los perros, naturalmente, pero no puede decirse lo mismo a propósito de algunos de sus dueños. El perro es honesto, y pilla obediencia si hay amo en condiciones, pero a veces el amo no lo es condiciones, o sólo a ratos. Esto, de entrada. Y ahora, lo suelto directo: ¿Por qué los perros en Madrid orinan, mayormente, donde les da gana de la urgencia? El peatón, que es siempre el tema arterial de esta columna, vive acuciado por la bicicleta, o el patín, y también por otros peatones que van leyendo el móvil, con lo que hay peatones peligrosos, o a esquivar.

Eso ocurre cada día, y también el pelotón de perros que van y vienen, a orilla de una acera, o a pie de farola, a soltar el oro rápido de los orines. Esto apunta un problema de salud pública, por un costado, y luego un asunto estético, por el otro costado. Y a esto iba, alcaldesa. ¿No puede exigirse, desde una nueva normativa del Consistorio , que el dueño de un perro recoja la responsabilidad de que el animalito orine donde procede? ¿No podría pedirse que incluso llevara el dueño un agua de jabón, o similar, como sí ocurre en otras ciudades, por si no hubiera sitio idóneo donde dejar que se alivien los galgos o los caniches del foro? Igual le parece a usted una sugerencia de exotismo sobrante, esto de acometer la higiene del orín canino, pero los que caminamos la ciudad sabemos, padecidamente, que esto no es un artificio de cronista adverso sino una verdad de mal gusto , y a menudo de peor olor.

Le recuerdo a usted, alcaldesa, que Madrid tiene más de 300.000 perros censados, caniche arriba, galgo abajo, y todos vienen a desaguar lo íntimo tres veces al día. Son apuntes de su propio Ayuntamiento. De modo que a la semana nos salen más de seis millones de meadas de perros que serán muy guapos y muy chulos y muy leales, pero que van, levantan la patita y orinan infaliblemente, a menudo donde no toca. Hay responsabilidad obvia del propietario, pero igual no sobra que se abran nuevas normativas públicas que nos mejoren la vida a todos.

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