Nuestra Señora de Atocha: el triste olvido de la protectora de la Familia Real

La «patrona más antigua de Madrid» celebra hoy su día grande y sus devotos quieren devolverle parte del protagonismo que tuvo en la historia

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Venerada desde el siglo VII por el pueblo de Madrid, Nuestra Señora de Atocha busca recuperar en estos días parte del protagonismo que siempre tuvo en la historia y que empezó a perder a medida que lo iba ganando la virgen de la Almudena , a la que los Papas Pío X y Pablo VI declararon patrona de Madrid en 1908 y 1977. La Real Archicofradía de la Virgen de Atocha no quiere entrar en competencia entre imágenes, pues como dice su presidenta, Julia de los Santos, al final la virgen es la misma con distintos nombres. Pero sí quiere recordar la cada vez más desconocida historia de esta pequeña talla de madera de apenas sesenta centímetros de altura que, a lo largo de los siglos, ha sido venerada por Reyes y por Santos y ha recibido los más altos honores.

Además de bodas y bautizos reales, Nuestra Señora de Atocha ha visto morir a Monarcas, como Felipe III y Felipe IV , que pidieron que les llevaran la talla a Palacio en sus últimos momentos. También ha conocido los horrores de la guerra y ha sobrevivido a incendios, saqueos y exclaustraciones. Hoy, primer domingo de octubre, celebra su día grande con mucho menos esplendor que antaño pero con la misma solemnidad de siempre.

Reconocida con el Toisón de Oro y con la Orden de Carlos II I, la Virgen de Atocha es «Protectora de España, de todo el Nuevo Mundo, de sus flotas y galeones, de las Armas de esta Monarquía, y principal y más antigua patrona de esta Imperial Villa de Madrid». Así la reconoció el Rey en 1643 y se refieren a ella las crónicas antiguas.

Nuevos Infantes

Don Juan Carlos y Doña Sofía presentaron a Don Felipe a la Virgen de Atocha en 1968 ABC

A lo largo de su historia ha sido muy venerada por la Familia Real y todavía en nuestros tiempos, cada vez que nace un Infante de España, sus padres llevan al recién nacido ante ella, como hicieron los Reyes Don Felipe y Doña Letizia con sus hijas Leonor y Sofía. También cuando se casaron, la entonces Princesa de Asturias entregó su ramo de novia a la virgen. Ahora, Nuestra Señora de Atocha tendrá que esperar a que la Princesa Leonor, que tiene doce años, crezca, contraiga matrimonio y tenga descendencia, para que le presenten a un nuevo Infante.

Cuentan las crónicas que San Isidro Labrador acudía a rezar en el siglo XII ante esta Virgen, a la que el Rey Alfonso X el Sabio dedicó dos de sus Cantigas, y que incluso San Ildefonso de Toledo la veneraba. Y hubo un tiempo en el que los Reyes de España acudían a la Virgen de Atocha para pedirle protección en los graves momentos de la historia o para dar gracias a Dios por sus victorias. De las paredes del santuario colgaban las banderas y los estandartes arrebatados a los enemigos en la guerra. Había antiguas enseñas flamencas tomadas a los protestantes, y banderas francesas, turcas, portuguesas e inglesas, algunas de ellas con manchas de sangre vertida en los combates.

Uno de los Reyes más devotos de esta Virgen fue Felipe IV, del que decían que nunca entraba ni salía de Madrid sin invocar su protección. Este Rey quiso otorgar a la sagrada imagen la más alta condecoración de la Monarquía española y le concedió el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro , aunque finalmente fue Isabel II quien se lo impuso en una ceremonia dos siglos después. El Collar de la Virgen, de plata dorada y esmalte, que consta de 62 eslabones y mide más de un metro, fue fabricado por Narciso Soria, platero de la Real Casa, y aún se conserva en el Palacio Real.

Don Felipe y Doña Letizia presentaron a su hija Leonor a la Virgen en 2006 ABC

También fue Felipe IV quien declaró a la Virgen de Atocha «patrona de las Armas de la Monarquía». Según cuentan Alfonso y Luis de Ceballos-Escalera, en un estudio sobre las concesiones a la virgen, el Rey lo hizo en abril de 1643 , cuando visitó el santuario para pedir el amparo por los graves sucesos que estaban ocurriendo con motivo de la sublevación de Cataluña.

La «noche triste»

Siglo y medio después, en 1814, Fernando VII otorgó a Nuestra Señora de Atocha la banda y la Gran Cruz de Carlos III . Fue a su regreso de Francia, tras ser liberado por Napoleón, que había sido derrotado por los españoles. Durante la Guerra de la Independencia, el santuario vivió su llamada «noche triste» , cuando el 5 de diciembre de 1808 las tropas francesas lo saquearon, robaron las valiosas piezas de culto, quemaron la biblioteca y el archivo, destruyeron casi todas las banderas históricas y convirtieron el convento en un cuartel. Afortunadamente, los padres dominicos se refugiaron con la talla en el convento de Santo Tomás, situado en la calle Atocha, hasta que, acabada la guerra, pudieron regresar.

Talla de la Virgen de Atocha ABC

Sin embargo, pocos años después, en 1835, la imagen tuvo que abandonar de nuevo su santuario al declararse la exclaustración de los conventos, y la iglesia quedó convertida en un páramo de desolación y ruinas, tras ser utilizada como cuartel de inválidos. La Reina Isabel II logró que se restableciera el culto y colmó a la imagen de valiosísimas joyas y vestiduras, algunas de las cuales se conservan aún. En un gesto de generosidad, parte de esas alhajas las vendió Alfonso XII después, con la autorización de su madre, para conseguir fondos con los que empezar a construir en 1883 la catedral de La Almudena.

Ese mismo año, Ortega y Gasset fue bautizado en la basílica de Atocha, que tiempo después la Reina María Cristina acabó ordenando derribar por el riesgo de hundimiento. La virgen se trasladó a la Iglesia del Buen Suceso hasta que la Familia Real impulsó las obras de restauración y en 1926 la talla fue trasladada en las carrozas de la Casa Real a su iglesia, donde la esperaban los Reyes Alfonso y María Cristina.

En 1931 todo estaba a punto para la coronación de Nuestra Señora de Atocha. La virgen iba a lucir en esa ocasión las valiosísimas joyas y vestiduras que le había regalado Isabel II, entre ellas la corona de plata dorada con brillantes y topacios del Brasil. Todas esas joyas fueron donadas por la Reina en agradecimiento a la Virgen por haber salido ilesa del atentado que sufrió en 1852. Isabel II se disponía a a visitar el santuario de Atocha para asistir a la llamada «misa de parida» y dar gracias a la Virgen por el feliz alumbramiento de la mayor de sus hijas, la Princesa de Asturias . Cuando caminaba por las galerías de Palacio, el cura Martín Marino se arrodilló ante ella, sacó un estilete de unos veinte centímetros y se lo clavó en el pecho. La Reina fue llevada en volandas a su habitación y, cuando el médico revisó las heridas, vio que solo tenía una pequeña incisión de quince milímetros. El grueso bordado de oro de su manto y las ballenas del corsé habían salvado la vida de la Reina. Agradecida a la Virgen, Isabel II le donó todas las joyas que llevaba puestas ese día, así como el vestido, de castillos y leones, con el que se hizo el manto de Nuestra Señora de Atocha .

Corona del Niño ABC

Con motivo de la anunciada coronación, los padres dominicos habían organizado en la basílica una gran exposición de alhajas, banderas y estandartes , y convocaron premios literarios dotados con mil y con quinientas pesetas. El plazo de presentación de los trabajos terminaba el 15 de abril de 1931, pero los graves hechos históricos que se produjeron la víspera –el Rey emprendió el exilio y se proclamó la República– dejaron a la virgen sin coronar.

La tradición se mantiene

Después estalló la Guerra Civil , y el convento y la iglesia fueron asaltados e incendiados, los religiosos fueron martirizados y solo se pudo salvar la imagen de la Virgen. Una vez más, la basílica fue reconstruida, entre 1946 y 1951 y, desde entonces, los madrileños siguen venerando a su «patrona más antigua», aunque compartan la devoción con La Almudena, «la patrona oficial» o incluso con La Paloma, «la patrona castiza». Y los Reyes han mantenido la tradición de llevar a sus hijos ante la Virgen de Atocha para que les dé su protección.

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