Cartas a la alcaldesa

El madroño

¿Para qué una nueva moneda, si ya tenemos el euro que nos sirve en la calle Preciados y también en París?

Manuela Carmena en una imagen de archivo EP

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Parece que va en serio lo de poner en curso una moneda local , titulada «el madroño» y no hay broma o ironía en la titulación. «El madroño», sí, que va a ser como el euro, pero en parné castizo. Se pretexta que acaso esto impulse el pequeño comercio. Hay cosas que uno, peatón de cordura justa, no comprende ni mucho ni poco, alcaldesa. ¿Para qué una nueva moneda, si ya tenemos el euro que nos sirve en la calle Preciados y también en París? ¿Sirve el madroño para la limosna, sirve para pillar gasofa?

Yo sospecho que estos ingenios tienen hasta un difícil encaje en la Agencia Tributaria, pero sin entrar en recodos lo que sí se ve es que esto del madroño es un lío, y un lío para qué. Nos venimos llenando de papelerías diversas, entre tarjetas de descuento, vales de rebaja, bonos transporte y demás beneficencias del comercio o la ciudad. Y ahora vamos a tener «unos madroños» para ir a comprar churros en San Ginés, donde iba Ava Gadner, de madrugada, para que pagaran otros, en peseta de vellón. Al pequeño comercio lo que le hace falta es comprensión municipal y facilidades para colocar el toldo, alcaldesa. Esto de echar a funcionar un monopoly local es una ocurrencia que sólo sirve para enredar la billetera y para motivar artículos de insólito casticismo, como éste. Si la propuesta prospera, que ya veremos, el Oso de la Puerta del Sol no va a tener un madroño, sino dos. El madroño árbol, y el madroño billete.

El madroño, en la estatua histórica, es un árbol de poca abundancia, en Madrid, aunque el oso sí fue animal abundante, en los bosques, trasantaño. Tiene así antigua causa histórica el oso, y no tanto el madroño, al que los especialistas estudiosos nunca han visto como el árbol principal del foro. Está ahí un poco por azares espontáneos. Más o menos lo que puede pasarle al «madroño» venidero, que estará, si está, porque a alguien un día no se le ocurrió cosa mejor. Ni tampoco mejor nombre.

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