Cartas a la alcaldesa

La herencia

Estamos entre dos alcaldes, en territorio de nadie, o de todos, en estos días entre paréntesis

Manuela Carmena, José Luis Martínez-Almeida y Begoña Villacís ÁGEL DE ANTONIO

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Estamos entre dos alcaldes , el venidero, o acaso venidera, y usted misma, alcaldesa, que ya está rematando el equipaje. De modo que estamos en territorio de nadie, o de todos, en estos días entre paréntesis, unos días que nos dan para pensar que no es buena costumbre la de repudiar en redondo la herencia del mandatario precedente, porque algo bien habrá hecho.

Quiero decir que esta carta es una carta rendida a sus afanes cumplidos, alcaldesa, porque usted no sólo lo puso todo perdido de patinetes y abrió el cabaret de multas de Madrid Central . Los que ahora pudieran venir a heredar su despacho, y sus poderíos, van sembrando por ahí, muy alegremente, que acabarán en un soplo con el Madrid Central, que los semáforos en las autovías son un peligro , que la Puerta del Sol no es un picnic de manifestantes, o de manteros, que igual la fiesta del Orgullo Gay conviene llevársela a los arbolados de las afueras. Eso, abreviando.

No encuentra uno cabal, ni próspero, ese credo de acabar con lo precedente, en la cosa municipal, porque en lo precedente hay éxitos, y hay desórdenes, y es oficio del fino regidor acreditar lo acertado y abolir lo erróneo. Usted ha dejado una Gran Vía de arrellanada belleza , y dicen por barrios que Madrid está más guapa.

El show de Madrid Central sigue siendo eso, un show , y lo mismo equivocan los sistemas el horario de las multas que enloquecen a deshora los paneles de información de los garajes públicos. La gran ciudad es un atasco, sólo que el atasco a veces es un coñazo, y a veces es poesía, según la hora, y según la frase que aquí yo le robé a Sabina y que Isabel Díaz Ayuso acabó apropiándose de mí. Debieran comprender quienes vengan que la gestión municipal es una generosa labor general , y eso incluye aprovechar lo bien hecho, y derruir lo equivocado, naturalmente. No es competencia de quienes vengan la enemistad porque sí ante lo logrado. Hasta el egoísmo de todo político dicta que es un gusto que cuenten con algo de lo que uno hizo, cuando ya se va. Un gusto, y un premio, y un orgullo.

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