Falsa alarma en Atocha: «Lo primero que me ha venido a la cabeza es el 11-M»

Miedo y nervios entre los cientos de viajeros desalojados en la estación por el aviso de bomba en una maleta

Dos policías armados junto a un viajero en la estación de Atocha JAIME GARCÍA

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Apenas duró media hora y quedó en una falsa alarma, pero bastó para sembrar el miedo en Atocha . Cientos de pasajeros fueron desalojados este miércoles de la estación, poco antes de las diez de la mañana, por una supuesta bomba en un AVE procedente de Barcelona. «Lo primero que me ha venido a la cabeza es el 11-M», relató uno de los testigos, aún con el susto en el cuerpo.

Con el tren a las puertas de la capital –la llegada estaba prevista para las 10.30 horas–, la Policía Nacional ordenó al personal de la estación el desalojo, que fue recibido por los viajeros con relativa tranquilidad en líneas generales, a excepción de alguna salida a paso ligero. Se estableció una zona de seguridad para supervisar el AVE con un perímetro en torno a la vía 1 de alta velocidad, además de la suspensión del servicio en Puerta de Atocha y Cercanías. Una vez se comprobó que el artefacto avistado en una maleta era un cinturón con forma de granada, se restableció la circulación. El vistoso accesorio era de una mujer de 39 años que viajaba en ese convoy.

«Ha sido muy rápido, cuando entraba he visto que la gente salía corriendo con maletas; la verdad es que me he asustado», detalló Lucía, una de las presentes. Alguna carrera, mensajes, llamadas de teléfono, caras de circunstancia, incertidumbre, lecturas fugaces en los medios... El temor y los nervios marcaron la espera de los cientos de personas que aguardaban en el exterior, bajo la leve lluvia y sin más información que la amenaza de bomba. «Nos hemos temido lo peor» , añadió. Una vez fuera, explican los presentes, se les instó incluso a alejarse del edificio.

La maleta con el cinturón con forma de granada

«Vivir sin miedo»

El fantasma de los atentados terroristas de 2004 fue inevitable. Horas después, ya con la estación recuperando su ritmo habitual, la tensión aún era evidente, también en los viajeros que ni siquiera estaban durante la evacuación. «Por desgracia, ya sabemos lo que es esto», lamentó Eric, un viajero que debía coger un AVE a Zaragoza. «Lo que no podemos es vivir con miedo y dejar que ganen», apostilló Elena, su pareja.

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