Carmena tiene más «hambre» de política

El nombre de la exjuez suena fuerte para sumarse al equipo de Pedro Sánchez

Caricatura de Manuela Carmena IVÁN MATA

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Se quedó a las puertas Manuela Carmena (Madrid, 1944) de continuar su proyecto para Madrid como máxima dirigente del Palacio de Cibeles. Poco más de 40.000 votos –entre los más de 15.000 que Más Madrid se dejó por el camino y los más de 25.500 que descuidó el Partido Socialista– le distanciaron de aferrarse el bastón de mando. La aritmética democrática y los multipactos de estos tiempos se lo arrebataron y tuvo que entregárselo, a duras penas, al líder del bloque de centro-derecha, José Luis Martínez-Almeida (PP). Le costó. Le dolió ceder, el pasado 15 de junio, aquel artilugio de poder habiendo encabezado la lista que más apoyo recopiló de los madrileños (503.990 votos).

Esas 40.000 papeletas fueron parte del precio que pagó por defender un gobierno que viró hacia un progresismo más moderado del que partió en 2015; alejó a los estridentes y difuminó las líneas que separaban a Ahora Madrid de un PSOE que hace cuatro años aupó al poder a la formación que surgió del 15-M , con la que pudo formar gobierno, pero a la que prefirió vigilar de cerca –cavando su sepultura en la capital– por el miedo a compartir un bipartito con la que se denominaba «marca blanca de Podemos», cuya juventud y fundamentalismo político podían lastrar aún más la caída en picado de las siglas de Sánchez en la ciudad.

Carmena lo advirtió desde el principio. No tenía nada que ver con Pablo Iglesias: «Soy absolutamente independiente». Pocos la creían, pero esas 40.000 papeletas en su resta también simbolizan la sangría con la que se saldó la guerra fría entre el secretario general de Podemos y la exjuez por no ceder a las imposiciones del partido morado a la hora de concurrir a los comicios del pasado 26 de mayo. Carmena ganó el enfrentamiento: se llevó a seis concejales de Podemos , decidió íntegramente su lista, sin injerencias, y subsumió a Iglesias a su mayor crisis de liderazgo . Carmena le convirtió en un funambulista de su tierna formación. Pero al jefe de Podemos todavía le quedaba por recibir un último golpe: la fuga de Errejón a Más Madrid, dejando al descubierto su flaqueza política, patente el 28 de abril al perder un millón y medio de votos .

El ajuste de cuentas

Dos días antes del 26-M, Iglesias ajustó cuentas. Pidió a la izquierda que votara a Carlos Sánchez Mato , el ex delegado de Economía y Hacienda que Carmena apartó de su gobierno y de su nueva plataforma por su radicalismo ideológico e insumisión. Dejó de confiar en él, que tantas crisis de gobierno le había abierto (la denuncia contra el Open de Tenis a sus espaldas, el incumplimiento del PEF y la custodia estatal de las cuentas municipales) y en otros tres concejales (Rommy Arce, Montserrat Galcerán y Pablo Carmona) más escorados en ideales radicales que nada tenían que ver con ella y su verdadero equipo.

Todos ellos desafiaron a la alcaldesa erigiendo Madrid en Pie, el partido con el que le harían frente en las urnas y Pablo Iglesias hizo el resto . Invocó el voto para ellos aduciendo que pasara lo que pasara, ganaría Carmena.

La candidatura de Sánchez Mato no logró representación en la Cámara madrileña, pero trajo para sí 42.855 votos que hubieran ido a parar a PSOE y Más Madrid concediéndole el gobierno. Una jugada nefasta de la izquierda más ególatra y fraccionada.

Remontada

Han pasado ocho días desde que Carmena cedió su sillón en la sede del Ayuntamiento y ya ha recobrado las fuerzas para emprender su segunda vida política . Se espera que en la primera quincena de julio Pedro Sánchez haya logrado ser investido presidente del Gobierno de la nación y el nombre de la ex regidora madrileña suena fuerte para dar el salto a su equipo. Su identidad se acomodaría a la perfección en un Ejecutivo de, como el secretario general de los socialistas denomina, «independientes de reconocido prestigio». Y para su designación no hace falta consultar a las bases, como sí ocurría en los comicios locales y autonómicos, cuando José Manuel Franco , capitán de la regional socialista sugirió en abril de 2018 que era una «buena» candidata para el PSOE.

Lo que queda por ensamblar, en un gobierno de Sánchez que se izará con los votos de Podemos, es el encaje de Carmena. Compromís ha propuesto su nombre para estar al frente de una cartera y Podemos ha dicho que no la vetaría, pero en realidad supone una afrenta para Iglesias cuando aún mantiene las negociaciones abiertas y el pulso por hacerse con un ministerio, demanda, esta última, que el presidente en funciones no contempla.

«Inesperado»

Manuela tiene mucha «hambre» de política, como reconocen los que la conocen y, a sus 75 años, le queda «cuerda para rato». Sigue dispuesta a «cuidar la democracia», como entonó el 15 de junio en el pleno de Cibeles para poner el broche a su mandato antes de que Martínez-Almeida fuera proclamado alcalde. «Cuando me jubilé de la judicatura tenía muchos planes y ninguno pasaba por la política. Eso fue un encuentro inesperado», comenta a este diario.

Su presente inmediato pasa por continuar ligada a Zapatelas (Manuela Malasaña, 39), un proyecto de inclusión que se materializa en una tienda de ropa de bebé y niños que elabora gente vulnerable y recluida de libertad en talleres para reinsertarse en la sociedad. «Ahora vuelvo a aquellos planes muy relacionados con el derecho y lo social», añade.

En la primera entrevista que concedió a este diario en 2015 revelaba que su futuro tras la alcaldía pasaba por ocupar un puesto en Naciones Unidas. A día de hoy no renuncia a esta posibilidad: «Siempre me pareció muy hermoso». Quién sabe si lo hará catapultada desde las filas socialistas. «¿Te apetecería ser ministra con Sánchez?». Guarda silencio.

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