Santiago Carrillo, junto a Dolores Ibarruri «Pasionaria», el día que dimitió como secretario general del PCE, el 6 de noviembre de 1988
Santiago Carrillo, junto a Dolores Ibarruri «Pasionaria», el día que dimitió como secretario general del PCE, el 6 de noviembre de 1988
Transición Española

Auge y caída del PCE: el comunismo barrido por las urnas

Superó los 200.000 afiliados en 1977, cuatro veces más que el PSOE, pero en 1983 apenas le quedaban 80.000

Madrid Actualizado: Guardar
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Peligroso tabú durante décadas de dictadura, enemigo público del Estado y obsesión de los servicios de información del régimen franquista, el comunismo floreció en la Transición con tanta fuerza como fugacidad. No hay auge y caída más bruscos que el experimentado por un partido que pasó de ser líder en afiliados a quedar barrido por las opciones moderadas de una sociedad abrazada al centro ideológico.

La legalización del PCE marcó el principio de su acelerado hundimiento. En 1977, el Partido Comunista llegó a sumar en España más de 200.000 afiliados. Algunos estudios dan incluso la cifra exacta de 201.740 militantes inscritos formalmente y con carné del PCE. Eso, en 1977, era una inmensidad. Baste un dato: el PSOE, aquel año, ni siquiera llegaba a los 50.000 afiliados.

El comunismo se había labrado una parte de mito que, pasada la dictadura y consolidada la democracia, se le evaporó a velocidad de vértigo. Además, los datos demuestran otra singularidad: el PCE fue un partido de militantes más que de votantes. Otros, como la UCD de Adolfo Suárez, fue justo lo contrario en la Transición.

Eso explica que el PCE fuera, de lejos, el partido con más afiliados en el año 1977 y, sin embargo, en las primeras elecciones democráticas celebradas aquel año -en junio- fuera la tercera fuerza en las urnas, con menos del 10% de votos y tan solo 20 diputados, frente a los 165 escaños que obtuvo la UCD y los 118 cosechados por el PSOE. La paradoja fue reveladora de lo que estaba por venir para las filas de Carrillo y «Pasionaria»: el PSOE, con cuatro veces menos afiliados, obtuvo el triple de votos que el Partido Comunista.

Arrinconado en la calle y en las urnas

En marzo de 1979, en las segundas elecciones generales, el PCE aún aguantó el tipo. De hecho, incluso superó ligerísimamente el respaldo electoral que había obtenido en la anterior cita con las urnas, menos de dos años antes. En marzo de 1979 el PCE logró el 10,77% de los votos, 23 escaños. Le apoyaron 1,94 millones de votantes, pero el PSOE le volvió a aventajar con mucho -121 diputados- y la UCD se consolidó en la Cámara Baja con 168 escaños.

Eso sí, para entonces, el PCE ya estaba seriamente herido internamente: en solo un año, de 1977 a 1978, se había dejado 33.000 afiliados por el camino. La tendencia ya no iba a tener freno: en 1983, la militancia del Partido Comunista se había hundido por debajo de los 83.000 afiliados, en 1985 ni siquiera llegaba a los 68.000 y en 1988 no le quedaban ni 50.000 militantes de carné.

En apoyo electoral el descalabro fue en paralelo. En menos de cuatro años, de las elecciones de marzo de 1979 a las generales de octubre de 1982, el PCE perdió más de la mitad de sus votantes. Exactamente le dieron la espalda el 56%, más de un millón que prefirieron apostar por otras siglas. En octubre de 1982 el PCE se quedó con solo 4 escaños en el Congreso, y con únicamente el 4% de apoyo electoral en el conjunto de España. El comunismo había consumado así su particular transición, arrinconado conforme la democracia se había ido consolidando y había aupado al PSOE a un liderazgo en las urnas que Felipe González amarró durante más de diez años.

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