Juan Soto - El Garabato del Torreón

Artistas en gran formato

Galicia siempre dio buena cosecha de artistas plásticos más partidarios de expresarse a través del gran volumen que por la pieza de salón

Brocha en mano, solo o en compañía de otros, un gamberro, adiestrado en rebuznar a lo jumento y adoctrinado en el ‘Mein kampf’, tilda de «fascista», al escultor Raimundo Ruibal, incurso en la osadía de hacer un busto de Fraga por encargo del Ayuntamiento de Vilalba. La pieza está vaciada en bronce, como la que la precedía en su pedestal de la alameda de la villa natal de quien presidió la Xunta de Galicia durante cinco legislaturas consecutivas, cuatro con mayorías absolutas. Se conoce que a estos bárbaros lo del respeto a la voluntad expresada democráticamente les molesta bastante. Y hay que reconocer que su argumento es inapelable: donde esté una brocha que se quiten todas las urnas, cuyo mejor destino, como se sabe, es el ser rotas, según proclamó el fundador de Falange.

Galicia siempre dio buena cosecha de artistas plásticos más partidarios de expresarse a través del gran volumen que por la pieza de salón. Algo tiene que ver la naturaleza del país con esa tendencia, presente -en lo que a la escultórica se refiere- en muchos conjuntos urbanos. Alguna vez hemos echado en falta una guía de esas naves industriales donde se crea la estatuaria gallega de envergadura gigante, la imaginería monumental, el ornato mayúsculo de los espacios abiertos. Desde el San Francisco de Asorey al Valle Inclán de César Lombera, toda Galicia está llena de admirable plástica callejera. Magín Picallo, Leiro, Pestana, Puchades, Conde… ¿Se puede explicar la historia del Arte de Galicia en nuestros días prescindiendo de esos nombres?

Alguien debería ponerse a trazar el itinerario de esas factorías de creatividad, fuerza y belleza. Un recorrido que nos condujese a la nave de Raimundo Ruibal (‘Arte en ferro’) en Os Muiños mindonienses, y al taller de su vecino Puchades, y seguir luego a las muflas del gran vitralista Neira Brochs en Celeiro de Viveiro, y luego continuar por la Catoira de César Lombera, el Cambados de Cuco Leiro, el Cuntis de Magín Picallo... y así hasta agotar la larga lista de artistas gallegos tan enormes como sus obras. Tan enormes y tan desconocidos. Y ahora, por lo que se empieza a ver, tan maltratados, tan gravemente ultrajados y amenazados como Ruibal dos Muiños.

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