Superheroínas con mandilón de cuadros

En murales de gran escala, el artista coruñés Yoseba MP se sirve de un imaginario de jedis y ondas vitales para rendir homenaje a la mujer rural. «Parieron Galicia, y en la vejez siguen haciendo lo que siempre hicieron, trabajar», afirma

«Balbina, mujer macroondas», de Yoseba MP CEDIDA

R. L.

«Es una generación que probó la dureza de la vida, y seguramente no se repita otra igual», dice Yoseba MP (Joseba Muruzábal) sobre la mujer rural gallega, protagonista de la serie de murales a gran escala que este artista coruñés inició hace año y medio como homenaje a una forma y una actitud de vida . «Nací en el 84, en pleno auge de los muñecos, los dibujos y las películas de ciencia ficción. Doy clases de pintura en Santiago de Compostela, en la Academia Veladuras. Llevo tiempo trabajando en la serie 'Fenómenos do Rural', donde me divierto al mezclar un imaginario lleno de Jedis, ondas vitales y mutantes con lo que para mí representa una parte muy importante de mi tierra: la mujer rural. Las mujeres del rural gallego pueden cocinar pollos con los ojos porque los crían y los despluman, muchas nacieron compartiendo el calor del ganado, muchas sudaron tanto como la leche que carretaron, saltaron entre rocas escapando de las olas que arrastran a la muerte, plantaron para comer y vender, emigraron para volver a construir sus casas; y criaron, eso lo que más, criaron hijos, nietos y un ciento de animales. Parieron Galicia, y en la vejez siguen haciendo lo que siempre hicieron, trabajar », cuenta Yoseba MP a ABC.

¿Cuándo y cómo empezó el interés en la mujer trabajadora del rural gallego como tema de sus obras?

Empezó hace cuatro años, cuando pinté un cuadro de una señora pelando una patata en el aire; era un claro guiño al mundo de Star Wars. Ese cuadro surgió de la idea de cambiar a las meigas gallegas (brujas) por jedis. Después me olvidé de las meigas y lo engarcé con la realidad. Tenemos un rural claramente feminizado, es normal ver a mujeres de más de setenta años trabajando en las huertas, es tal la fortaleza y vitalidad de estas señoras que decidí crear el universo de Fenómenos do Rural, imágenes en las que abuelas de mandilón desempeñan sus trabajos diarios con superpoderes.

¿Es un entorno familiar para usted? ¿Ha crecido con mujeres como ellas en su círculo?

Es familiar porque todos los gallegos conocemos esa realidad, pero yo no nací rodeado de esos superpoderes.

¿Cómo busca, o encuentra, a las mujeres reales que después representa en los murales?

Las protagonistas de los cuadros son todas abuelas de amigos. En los primeros murales también las usé como modelos, ahora procuro que la retratada sea del pueblo donde pinto, así los vecinos empatizan mucho más con el mural.

¿Cómo reaccionan cuando se ven?

Todas se sorprenden con el parecido y el tamaño.

¿Es una forma de reconocimiento público a esa actitud y capacidad de trabajo de la mujer rural?

No solo es un homenaje, a veces esto implica pasado. Es un testimonio de lo que está pasando en los arcenes de las carreteras gallegas. Los núcleos urbanos se unen por casas que se adosan a las carreteras, cada casa tiene una huerta, y en cada huerta en algún momento del día hay una mujer trabajando.

¿Cómo elige las localizaciones?

Casi todos los murales pertenecen a ayuntamientos donde se hacen festivales de arte urbano. Destaco el Desordes Creativas y el Rexenera Fest porque fueron los primeros que me dieron la oportunidad de empezar a trabajar en grande. Ambos festivales son gestionados por Mutante Creativo.

¿Cuántos murales forman ya la serie?

Seis murales en año y medio.

¿Cuánto tiempo necesita para pintar un mural?

Entre siete y diez días. Es un trabajo exprés; el alquiler de las grúas es caro, muchas veces cuesta más que el artista.

¿Todos en torno a la N-550?

La N-550 es mi mayor inspiración y por eso la nombro tanto, pero no todos los murales están en esta vía.

Aprenderá mucho en esas conversaciones previas con sus modelos. ¿Alguna enseñanza de vida?

Que si quieres envejecer bien, no te sientes, actividad como forma de vida. Para ellas el sacho y la guadaña pasó de ser una necesidad a un deporte de mantenimiento.

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