Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

El polvorín de As Gándaras

Lo que pasa en As Gándaras tiene todo el aspecto de los peligros acechantes: se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban

En As Gándaras hubo un polvorín militar. Ahora hay un polvorín civil. As Gándaras es uno de los muchos barrios lucenses ninguneados por las administraciones de toda escala. Los vecinos, gentes con más paciencia que el santo Job, llevan meses soportando una de esas situaciones que empiezan a ser habituales en toda España, unas veces protegidas por la lenidad de las leyes y otras en complicidad con esos populismos dispuestos a sacar provecho de cualquier fechoría que les caiga a mano.

Digámoslo sin ambigüedades: los vecinos del barrio de As Gándaras están siendo literalmente expropiados de sus viviendas mediante el consabido procedimiento de la okupación, una fórmula que en España se viene aplicando con impunidad práctica o, en el mejor de los casos, con muchas más garantías legales para los asaltantes (porque de asaltos se trata) que para los asaltados.

Lo que pasa en As Gándaras tiene todo el aspecto de los peligros acechantes: se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban. Porque lo cierto es que las hostilidades entre los propietarios expoliados y sus expoliadores, lejos de hallar cauces de entendimiento y sosiego, van camino de convertirse en un enfrentamiento algo más que verbal. Aquí, como en todo tierra de garbanzos, cuando el poder de la ley se aplica con años de demora y la autoridad se cruza de brazos la tentación de tomarse la justicia por la mano incita incluso a las gentes más flemáticas.

Conviene recordarlo: estamos ante un atentado flagrante contra el derecho a la propiedad privada, reconocido de forma expresa en la Constitución. Quizá confiados en ello, de momento los lucenses de As Gándaras están asistiendo al saqueo de sus viviendas con un temple que Dios les conserve para bien de todos. Gracias a ese aplomo, la exteriorización pública de sus quejas se limita a la consabida manifestación con pancarta y a hacer la vista gorda ante el descaro y las altanerías de quienes les han confiscado lo suyo. Mientras la cosa siga así, menos mal. Pero un buen día, todo esto puede estallar. Entonces nos va a dar la risa

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