Dos peregrinos unen sus cabezas al llegar a la plaza del Obradoiro
Dos peregrinos unen sus cabezas al llegar a la plaza del Obradoiro - MIGUEL MUÑIZ

Peregrinos, turistas y viceversa en el Camino de Santiago

¿Qué tipo de personas deben ser acogidas en los tradicionales albergues de donativo de la ruta a Santiago? Los hospitaleros que los atienden lo debaten

Santiago Actualizado: Guardar
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Así comienza el capítulo once del libro quinto del «Códice Calixtino»: «Los peregrinos, tanto pobres como ricos, han de ser caritativamente recibidos y venerados por todas las gentes cuando van o vienen a Santiago. Pues quienquiera que los reciba y diligentemente los hospede, no solo tendrá como huésped a Santiago, sino también al Señor, según sus mismas palabras al decir en el Evangelio "el que os recibe a vosotros, me recibe a mí"». Y así comienza también el debate sobre la hospitalidad jacobea que se plantea la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago. Cuenta con 5.000 voluntarios hospitaleros que atienden a los caminantes desde hace casi treinta años en albergues de donativo, una modalidad de hospedaje en retroceso en el itinerario a Compostela.

Los cálculos de Pablo Cepero, hospitalero desde 2010 y directivo de la Asociación de Amigos de los Caminos de Santiago de Madrid, así lo señalan: «El número de peregrinos aumenta, pero las pernoctaciones en nuestros albergues del Camino Francés se estabilizan o descienden, aunque en otros espacios como la Vía de la Plata la tendencia es la contraria». Su experiencia en Tardajos (Burgos) le indica que con la apertura de nuevos albergues privados, los tradicionales pierden demanda. «Pero el peregrino que llega viene buscando una atmósfera concreta», celebra.

¿A quién se debe acoger en este tipo de refugios? Esa es la pregunta a la que busca responder el coloquio celebrado en el Hostal de los Reyes Católicos por dicha federación: «Peregrinos, turistas, turigrinos, bicigrinos, senderistas... Siempre existirá en nosotros un poco de todas esas particularidades. No somos solo una cosa. ¿Podemos juzgar el esfuerzo? Para evitar ser juzgados, muchos prefieren ir a hostales, albergues privados o casas rurales. Así caminan sin presión, sin correr para coger cama, haciendo los kilómetros que su cuerpo puede o quiere», advierte Amparo Sánchez, una de las hospitaleras más veteranas e integrante de la asociación de la Comunidad Valenciana.

«Nunca volví a cuestionar a nadie»

A Pedro Robles, en la ruta desde 1987, algún tipo de caminante le provocaba «resquemor de rebeldía» al recibirlos, pero la historia de dos mujeres que peregrinaban con la credencial de su padre fallecido le cambió la perspectiva: «Nunca volví a cuestionar a nadie. A todo el que franquee nuestra puerta, paz, cariño, comprensión y dedicación, sin distinciones ni condiciones», anima. Y en palabras de Don Quijote, reflexiona: «No puede impedirse el viento, pero hay que saber construir molinos». Es decir, «no se puede impedir a ninguna persona vivir esta inmensa riqueza, este remanso de paz y convivencia, pero no olvidemos que el desbordante número que lo transita trae su propia manera de comportarse».

Gonzalo Villamarín, hospitalero y jubilado desde los atentados del 11-M, percibe, «con respeto a los legítimos intereses económicos», que «es tal la competencia que cada nuevo albergue privado que abre lo hace con mejoras más lujosas, de una manera más feroz y desleal». Añora la «aventura» de hace tres décadas cuando «se disfrutaba al no saber dónde ibas a dormir, si podrías lavar la ropa, ducharte o comer algo caliente». Considera que «la gran diferencia del Camino con otras rutas de senderismo es el tipo de acogida fraternal», y defiende que «los albergues de donativo son los que más se involucran en el cuidado del medio ambiente».

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