José Luis Jiménez - PAZGUATO Y FINO

Pacto entre Caballeros

La escenificación de este jueves en Santiago no es una extensión de la cercanía consanguínea, sino un mero tacticismo político

Gonzalo y Abel Caballero se saludan al comienzo del desayuno informativo en Santiago EFE

¿Qué lógica puede estar detrás de que Abel y Gonzalo Caballero se hayan dejado fotografiar este jueves compartiendo un efusivo abrazo con motivo de la puesta de largo del nuevo líder del PSdeG durante un desayuno informativo? ¿Es simplemente que se ha apelado a la afinidad familiar, a la sangre, para que tío y sobrino rubriquen una reconciliación y forjen una entente común dentro del proyecto socialista? No se engañen, esto es simple y llana política .

Hagamos un poco de memoria. Abel Caballero es el mismo alcalde de Vigo que se desentendió de la campaña de las elecciones autonómicas de 2016 —en la que pudo haber desalojado a Feijóo de la Xunta para darle un giro progresista a las políticas de la Comunidad— porque desde la gestora de Pilar Cancela, y contra el criterio de la primera ciudad de Galicia, se alteraron las candidaturas para meter con calzador a Gonzalo Caballero de quinto por la provincia de Pontevedra. Aquel incendio , recordarán, no se generó por el desplante de retocar la lista confeccionada por Vigo, sino por introducir en la misma a uno de los mayores críticos que el alcalde tenía en su agrupación: su propio sobrino.

Gonzalo Caballero , por su parte, es el mismo militante que fue expedientado por el PSOE de Vigo por exigir que se aplicara a Carmela Silva aquella máxima de «una persona, un cargo» que introdujo Pachi Vázquez en los estatutos del partido. La agrupación viguesa, controlada por el alcalde, entendía que Gonzalo «solo buscaba «producir daños morales y personales» en una de las más estrechas colaboradoras de su tío, hoy presidenta de la Diputación de Pontevedra. Esperen que hay más: llegó a afearle al alcalde los malos resultados que tuvo en 1999 como candidato a la Xunta por ser «los peores de la historia del PSOE en Galicia» . Eso fue hasta que llegó como candidato Leiceaga, ese hombre que él ha colocado como presidente del partido. Curiosa auctoritas .

En este caldo de cultivo de desencuentro político se movían tío y sobrino, quienes —por lo que se cuenta— mantenían una mayor afinidad cuando se producían encuentros en el plano familiar. Pero la escenificación de este jueves en Santiago no es una prolongación de esa cercanía consanguínea, sino un mero tacticismo político . Tío y sobrino, mal que bien, se necesitan.

Abel Caballero, una marca de éxito en sí mismo de cara a las próximas municipales, sabe que la dialéctica de ataque constante a la dirección regional de su partido es rechazada por un amplio sector de la militancia gallega —ahí tienen los resultados de las sucesivas primarias y de los candidatos avalados por Vigo— y no es vista con buenos ojos por Ferraz. Es más, si él anhela conservar inmaculada su cuota de poder en la ciudad y su provincia, sabe que debe transigir con su sobrino y enterrar momentáneamente el hacha de guerra.

Por su parte, Gonzalo es consciente de que no puede desautorizar ni agredir políticamente al alcalde de la única mayoría absoluta urbana del PSOE en toda España . Y que contra él, tendrá las de perder porque le debilita interna y externamente. Si el peaje es consentirle un amplio margen de maniobra en sus dominios, pues lo pagará gustoso para poder centrarse en otros menesteres, véase presentarse como alternativa a Feijóo frente al dislate rupturista.

En esta joint venture política, este pacto de caballeros, todos tienen intereses personales. Falta por ver si reporta beneficios ad hominem o también a la marca PSOE. Si solo gana uno, la sociedad se disolverá. Y apuesten a que el que lleva mejor mano es el que disfruta el paisaje desde un despacho de gobierno.

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