RETO DEMOGRÁFICO Y FUTURO DEL SISTEMA DE PENSIONES

«No parece que dentro de 30 años la pensión vaya a poder tener el valor que tiene hoy»

ABC reúne a los economistas María Cadaval y Miguel Vázquez Taín para abordar las reformas necesarias en el sistema de la Seguridad Social en el escenario de una pirámide envejecida

Miguel Vázquez Taín y María Cadaval Sampedro MIGUEL MUÑIZ

J. L. JIMÉNEZ / R. LIZCANO

Un artificio técnico. Así definió la ley de bases de la Seguridad Social del 63 el sistema de pensiones: como un constructo de solidaridad nacional «que impone sacrificios a los jóvenes respecto de los viejos, a los sanos respecto de los enfermos, a los ocupados respecto de los que se hallan en situación de desempleo, a los vivos respecto de las familias de los fallecidos», y así sucesivamente, en aras de unas garantías de protección colectiva. Más de medio siglo después, aquel artificio se complica y como en el más difícil todavía de un número de equilibrismo, el sistema, con un déficit en escalada sostenida , busca una nueva fórmula que asegure su supervivencia . Víctima del declive demográfico generalizado en el viejo continente —agudizado en España y palmario en Galicia—, y de una crisis económica que ha barrido las clases medias y enflaquecido los salarios, el sistema de pensiones encaja sus primeras reformas (2011 y 2013), todavía lejos de completar la transformación que necesita para salir a flote.

En ese proceso, apunta en conversación con ABC el presidente del Consello Galego de Economistas y miembro del Grupo Colmeiro, Miguel Vázquez Taín, habrá que «tocar muchos palos», tanto en el lado de los ingresos como en el de los gastos, y cuando la reforma culmine, coincide María Cadaval Sampedro, el sistema ya no será el mismo . «Debemos tener conciencia de que existe un problema, un problema al que se le va a dar solución. El sistema público de pensiones no corre peligro, pero sí es cuestionable que la pensión dentro de treinta años pueda tener el nivel que tiene a día de hoy. Y desde esa concienciación habrá que tomar las decisiones individuales oportunas para prepararse para el momento en el que llegue la jubilación», expone la profesora de Economía Aplicada de la Universidade de Santiago (USC).

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Como todos los problemas complejos, el de la sostenibilidad del sistema de Seguridad Social responde a una conjunción de factores, estrechamente ligados a una evolución demográfica negativa. El envejecimiento de la población coloca bajo el paraguas de las pensiones a un número cada vez mayor de beneficiarios, al tiempo que la extensión de la esperanza de vida —un éxito sin precedentes de los estados del bienestar— alarga el número de años que cada individuo se mantiene cobrando la prestación. En paralelo, la crisis de natalidad no refuerza la pirámide por abajo, la inmigración de personas en edad de trabajar ya no representa suficiente contrapeso y los salarios —principal fuente de ingresos para un sistema financiado singularmente con cargo a las cotizaciones de empresas y trabajadores— no levantan cabeza tras el paso de la crisis. «A día de hoy se ha recuperado a nivel macro el valor de la actividad económica; decimos que el PIB es el mismo que en 2007 pero ¿qué ha pasado con los salarios? No se ha alcanzado ni de lejos la masa salarial que existía en 2007 », señala Cadaval respecto a los destrozos de una recesión que «expulsó a los que habían venido y, de algún modo también, a esa población joven que ha tenido que salir en búsqueda de oportunidades».

Orense, 12 años por delante

En ese contexto de envejecimiento poblacional compartido a nivel europeo, Galicia se desmarca con nombre propio, anticipando el escenario hacia el que, si nada lo remedia, camina el resto del continente. Con 70,71 habitantes en edades inactivas por cada cien en edad productiva, Orense es la provincia española con mayor índice de dependencia. «En 2016 la población de más de 65 años pesaba en la Comunidad un 24%, seis puntos más que en España, pero ese 24% en 2031 va a ser un 31% y en España se alcanzará el 25%. Hay una evolución demográfica que está indicando que en el corto plazo, doce años, lo que ahora pasa en Orense se va a agravar al conjunto de Galicia y al conjunto de España . Y ese es el escenario en el que toca plantear el debate de las pensiones», sitúa Vázquez Taín, incidiendo en que el margen de error es escaso y el descuadre, evidente. Y lo grave, completa Cadaval Sampedro, «no es solamente la evolución del número de pensionistas, sino la de los que están financiando las pensiones que se están cobrando y, sobre todo, las que se van a cobrar en el futuro: hace 25 años teníamos 2,6 cotizantes por cada pensionista y a día de hoy hay 1,3, la mitad ».

Las reformas han comenzado y, apuntan los economistas, empezarán a ofrecer frutos por la parte de contención del gasto a partir de 2019, cuando, por ejemplo, entre en vigor el factor de sostenibilidad, que tendrá en cuenta la esperanza de vida y los años probables de percepción de la prestación para calcular el importe mensual de las nuevas pensiones. Pero las medidas tendrán que seguir incidiendo en la parte del gasto —«queramos o no vamos a tener que seguir recortando, porque en este momento el déficit de las pensiones es de 18.000 millones de euros y a pesar de la creación empleo no se esperan cambios sustanciales para el año en curso, en el que se prevé que ronde los 15.000 o 16.000 », apunta Vázquez Taín— y en la del ingreso.

María Cadaval invita a huir de dramatismos y a perder el miedo a dejar atrás la financiación pura a partir de las cotizaciones, ya flexibilizada, matiza Vázquez Taín, al cargar desde el año 2013 los complementos a mínimos al presupuesto general del Estado. «El que tengamos una fuente de financiación separada no es una obligación, como tampoco es ninguna tragedia que se nos haya acabado la hucha de las pensiones. Pero tenemos que plantearnos cómo financiamos esas prestaciones: con cotizaciones a Seguridad Social, por un lado, que pueden quedar exclusivamente para las pensiones contributivas, y llevar al presupuesto general las pensiones no contributivas como una cobertura más dentro del Estado del Bienestar . ¿Quién tiene que asumirlo? Pues la sociedad en su conjunto, de modo que hay una labor de pedagogía importante en el camino. Sin duda hay fórmulas alternativas que puedan hacer que el sistema de pensiones siga funcionando, lo que no quiere decir que lo haga tal y como lo conocemos hoy ni con la misma tasa de cobertura que tenemos en la actualidad».

En este punto, los expertos miran al entorno europeo y advierten de la más que probable pérdida de capacidad de las pensiones públicas. «Tenemos uno de los sistemas más generosos, con una tasa de cobertura de casi el 80% del salario, frente a una media del 55% , y tarde o temprano vamos a tener que actuar en esos 25-30 puntos de distancia», sostiene Vázquez Taín. Lo mismo opina Cadaval Sampedro, para quien, de modo inevitable, España tendrá que mirar a países vecinos como Francia, donde la pensión pública cubre el 53% del sueldo, o Alemania, donde apenas supera el 40%, y en los que, además de ese nivel básico garantizado por el estado, el peso del sistema recae en dos patas más: los planes de pensiones dotados por las empresas para sus asalariados, y los planes privados contratados a título particular .

Y aquí, ambos se detienen en el reciente revuelo suscitado por las palabras de la expresidenta del Congreso Celia Villalobos , recomendando ahorro a los trabajadores para poder completar en el futuro esas pensiones públicas de previsible menor cuantía. Más allá del grado de acierto en las formas, los economistas coinciden en la necesidad de concienciar desde ya sobre el cambio que, de un modo u otro, se va a producir en el sistema. «Hay que ser francos con la ciudadanía. La previsión del crecimiento del gasto en pensiones es pura matemática financiera; prácticamente se puede afinar lo que van a costar las pensiones de aquí a diez años y lo que va a pasar. Lo sabe el Pacto de Toledo (...). La parte pública va a estar garantizada, pero será bueno que cada uno vaya planificando su futuro . Los planes de pensiones privados son un instrumento específico, pero no la única alternativa, pueden ser las propiedades privadas, la segunda vivienda... Es cierto que decir esto a mucha gente en estos momentos cuando los salarios son muy bajos pues es complicado, pero es una realidad», considera Vázquez Taín. «No podemos tomar este tema como algo dramático, tremendista, pero sí realista», refuerza Cadaval Sampedro, apuntando una vez más a una tarea pendiente de «pedagogía».

Junto a las medidas de contención del gasto, por la previsible reducción de la cuantía cubierta por el sistema público, los economistas identifican márgenes de mejora pendientes en el capítulo de ingresos, revisando por ejemplo el esquema de cotizaciones —actualmente «repleto de casos especiales, con bonificaciones, deducciones y tarifas planas»— y racionalizando los regímenes —con hasta casi mil euros de distancia en la pensión máxima—.

Reforma fiscal pendiente

No partidarios de la creación de impuestos finalistas específicos ni de la persecución tributaria de determinadas rentas, señalan la necesidad de una revisión global del sistema fiscal. «El sistema fiscal en su conjunto necesita de una coherencia que ha de hacerse a través de una reforma única en la que por ejemplo se vea qué es lo que está sucediendo con el impuesto de sociedades , por qué su baja capacidad recaudatoria ; no hay que actuar pienso en el tipo impositivo pero sí en buena parte de las bonificaciones y las deducciones que hacen que el tipo impositivo real esté muy alejado del tipo impositivo nominal, y lo mismo con el IRPF y con otros impuestos que incluso se podrían incorporar de manera complementaria pero armonizada. Partamos de una modernización del sistema fiscal, perfilando un sistema de reparto que permita la recaudación pero no sea confiscatorio para nadie», defiende la profesora de la USC.

¿Y los salarios? ¿ Es el momento de subirlos ? «Probablemente sí, pero ahí donde la economía productiva ha sabido consolidar el crecimiento . El crecimiento especulativo no nos sirve de base», sostiene Cadaval, para quien toca «empezar a redistribuir y a recuperar la clase media que tenía España hace una década, porque la clase media es precisamente el sustento fundamental del Estado de Bienestar».

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