MÚSICA CLÁSICA

María Dueñas: «Paganini y Operación Triunfo son compatibles, a veces»

La violinista española, a sus 15 años, se configura como una de las grandes promesas del violín mundial

Dueñas posa en el Palacio de la Ópera de La Coruña, tras un ensayo IAGO LÓPEZ

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A punto de cumplir 16 años maneja como carta de presentación en concursos y auditorios el Primero de Paganini , una obra compuesta por el autor a sus 35, y concebida —al igual que el resto de su virtuosística producción— para que resultara tan compleja que ningún otro violinista de su tiempo pudiera abordarlo salvo él mismo. María Dueñas (Granada, 2002) ganó los prestigiosos concursos Zhuhai y Yankelevitch haciendo sonar su Nicolò Gagliano del s. XVIII —cedido por una fundación alemana— dando vida a esta pieza, la misma que este fin de semana interpreta con la Orquesta Sinfónica de Galicia en La Coruña, en una audaz apuesta de su director, Dima Slobodeniouk. Este verano tocó en el Musikverein vienés , la sede del rimbobante Concierto de Año Nuevo, y por su agenda ya asoman citas en Moscú, Dresden o Los Ángeles.

«Paganini no es solo virtuosismo, hay pasajes líricos en los que se exige mucha madurez para interpretarlos» , afirma por teléfono tras el ensayo con el conjunto coruñés. Madurez la suya, que la ha llevado en plena adolescencia de su Granada natal a la Viena austrohúngara para estudiar la secundaria, al tiempo que se forma en la universidad y bajo la guía del maestro Boris Kushnir , «quien a su vez fue alumno de David Oistrakh», y por quien Dueñas siente absoluta veneración.

«Mi maestro es una leyenda del violín, jamás pude esperar que me aceptara en sus clases» , confiesa. De él se ha contagiado del gusto por la vieja escuela soviética de violinistas «que son historia, de los que escuchas una grabación y son fácilmente reconocibles», como el mítico Oistrakh, probablemente uno de los más grandes intérpretes del pasado siglo. «Kushnir transmite una paz interior que para mí es esencial», explica, «el mundo de la música es una lotería, puedes tener suerte o no y se necesita tener la cabeza muy fría» , y eso extrae de las enseñanzas del viejo maestro, «que es pura sabiduría». «Él cree en mí, y es recíproco, hay una confianza muy intensa», resume.

No obstante, precisa que en su playlist aparecen los temas propios de un adolescente, no solo obras del repertorio clásico. «Escucho de todo, también todo lo que ponen por la radio», porque «Paganini y Operación Triunfo son compatibles, a veces», matiza entre risas. Pero en las paredes de su habitación no busquen posters de Justin Bieber o sucedáneos; «está llena de fotos de músicos [clásicos] que me inspiran a ser algún día como ellos».

Sacrificio familiar

Dueñas está en Viena, pero acompañada. Cuando decidió que el violín era algo más que una afición y que quería dedicarle su vida, sus padres, Santiago y María, decidieron que harían lo posible porque su hija tuviera la mejor formación posible. Él, guardia civil; ella, profesora de inglés. Surgió la opción de Viena y toda la familia se mudó a la capital, donde además de María estudian también sus dos hermanas, igualmente músicos . «Es un sacrificio muy grande», sobre todo proviniendo de una familia en la que no había tradición musical. «No tenemos músicos pero la clásica siempre ha sido algo importante», recuerda, «desde pequeña asistía a conciertos de la Orquesta de Granada, y eso debió ser la inspiración».

Se formó en su ciudad natal con Noemí Segura y Annika Berscheid, debutó allí a los once años junto a la misma Orquesta a la que ella iba a escuchar de muy niña, y casi sin darse cuenta, estaba en el Auditorio Nacional de Madrid junto a la Orquesta de Cámara Andrés Segovia. La progresión fue exponencial. Sus conciertos en Suiza y Alemania le abren las puertas del maestro Igor Malinovsky, tras el que vendría su actual pedagogo, Boris Kushnir. Su talento no pasó desapercibido, y el pasado año el Festival de Verbier (Suiza) la invitó dentro de su cupo de cincuenta jóvenes artistas para una experiencia formativa.

Dueñas aparca la nube del éxito, que para ella no es sino «mucho esfuerzo y trabajo, y tener la motivación de querer abrirte camino». Los músicos se hacen grandes «con deseo y pasión», y ella está en el proceso de «buscar mi voz» como intérprete. Los conciertos para violín de Mendelssohn y Beethoven estan ya en la agenda de una joven que —por si faltaba algo— también compone. El Festival Schumann premió su pieza «Farewell», y avanza que «tengo otros proyectos», entre los que descarta la espuma de las discográficas: «Yo me concentro en aprender».

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