La planta de Ence, sobre la ría
La planta de Ence, sobre la ría - M. MUÑIZ

Con la madera no se juega

La prórroga que ha obtenido la planta de celulosa de Pontevedra ha reavivado la guerra del papel, un negocio que sostiene más de 800.000 puestos de trabajo

SANTIAGO DE COMPOSTELA Actualizado: Guardar
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Dos generaciones de pontevedreses no conocen su ciudad sin el perfil de las chimeneas de Ence recortadas sobre la ría. Comenzó su actividad en 1957, aunque la inauguración oficial bajo la actual marca empresarial se produjo en 1963. Desde entonces Pontevedra se dividió entre quienes defendían la actividad industrial y aquellos que alegaban que el peaje ambiental a pagar era excesivo. El debate ha llegado hasta nuestros días, hasta el punto de costarle a Mariano Rajoy la declaración de «persona non grata» en su ciudad por formar parte del Gobierno que ha prorrogado la presencia de la polémica pastera sesenta años más.

Lejos de Pontevedra, a 250 kilómetros hacia el norte de la provincia de La Coruña, se ve con con estupor y cierta preocupación este ruido mediático.

Son los cientos de pequeños productores de Cedeira, Valdoviño o Cariño que venden su madera a Ence, y que han encontrado en la venta de eucalipto una fórmula para sobrevivir a la crisis. Es el caso de Nilo Díaz Loureiro. A sus 81 años, este vecino de Cedeira ya jubilado del transporte de mercancías dedica sus días al cuidado de sus fincas. «Claro que nos preocupa, porque para muchos de nosotros el monte es una ayuda, una segunda fuente de ingresos», y recuerda cómo sus abuelos talaban parte de su bosque «cuando había que pagar algún impuesto». «El monte es una hucha, no lo puedes cortar hasta pasados quince o veinte años», explica, «y si no hay una fábrica, cae la demanda y bajan los precios». Es más, Díaz Loureiro se pregunta por qué no se instala otra planta más próxima a esta cornisa septentrional que reduzca los costes de transporte y permita rentabilizar todavía más un monte que, contra la opinión de algunos ecologistas, dificulta los incendios al encontrarse cuidado para usos forestales.

El eucalipto ha tapado la crisis

La suya no es una opinión aislada en el rural gallego, un territorio que arrastra la maldición de la despoblación y el envejecimiento de sus habitantes. «Si hoy en el rural se come y se pagan los estudios de los hijos y los nietos, es gracias a las pensiones y la madera -afirma rotundo Julio Aneiros, presidente de la asociación de madereros de Cedeira-, el eucalipto nos ha tapado la crisis».

El impacto del sector forestal en esta comarca es apenas una muestra del resto de Galicia. Uno de cada tres euros del sector se genera por la actividad de la fábrica pontevedresa. Según los números de Ence, la papelera compra madera a unos 1.800 productores de la Comunidad, de los cuales más del 95% facturan menos de 100.000 euros al año, lo que da una idea de la dimensión de las fincas. Más de la mitad del gasto en proveedores se realiza en pequeños concellos inferiores a 10.000 habitantes. «Este aprovechamiento forestal es fundamental para nosotros, y en pueblos como este ya mueve más recursos que el mar», resume Aneiros. «Hay personas muy mayores que no pueden pedir un crédito porque el banco no se lo da, pero desde la asociación sí les podemos adelantar el dinero por la venta de la madera de su parcela», algunas de ellas de apenas «un ferrado», una medida gallega para las superficies que está alrededor de los 400 metros cuadrados. Así se entiende el minifundismo en Galicia.

Los críticos, con la Asociación por la Defensa de la Ría (APDR) a la cabeza, imputan a Ence una sobreproducción de eucalipto en Galicia para la fabricación de papel frente a otras especies autóctonas. El 21% del monte gallego planta este árbol. «Seremos de aldea, pero no tontos -replica Aneiros-, nadie planta una especie que tarda dos o tres veces más en producir y cuya madera vale la mitad que otras a la hora de comercializarla». Galicia cuenta con otras 800.000 hectáreas de monte abandonadas. En Cedeira, además, presumen de producir «el pata negra de los eucaliptos», en palabras del presidente de los madereros. «Por razones climáticas, aquí crece en menos tiempo y da mayor rentabilidad».

La oveja negra

Los productores de madera, las pequeñas compañías de transporte de mercancías y los propios trabajadores de Ence no olvidan lo sucedido en Huelva hace apenas año y medio, cuando la papelera decidió cerrar su planta en esta provincia andaluza. «Lo peor no fueron los trabajadores, que muchos se prejubilaron o se recolocaron -reconocen desde la Diputación Provincial-, sino que empresas de transporte tuvieron que cerrar y muchos pueblos pequeños del interior se quedaron sin una de sus principales actividades económicas».

Para evitar aquel cierre, todos los partidos políticos de Huelva y Andalucía cerraron filas, con Susana Díaz a la cabeza. En Pontevedra, por el contrario, el PSOE enarbola la beligerencia contra Ence de la mano del BNG. Y es curioso, porque ambos otorgaron a la papelera en 2008 su actual declaración de impacto ambiental desde el gobierno bipartito autonómico.

La voz silenciada

La voz silenciada en este tumultuoso debate es la de los propios trabajadores de la papelera. Luciano San Martín estuvo en plantilla desde 1977 hasta que se prejubiló hace cuatro años. «Siempre se nos ha hecho sentir como la oveja negra de la ría», reconoce, aunque no olvida el apoyo de la comarca en 2005 cuando la polémica sobre el futuro de Ence llevó a la calle de nuevo a una ciudadanía dividida. «El empleo fijo hoy escasea».

De hecho, Pontevedra es la segunda ciudad con más tasa de paro de Galicia, a pesar del funcionariado propio de una capital de provincia. Según datos de la pastera, entre directos e indirectos, 800 personas de los concellos limítrofes dependen de su actividad. En toda la Comunidad, la cifra se eleva a más de 5.000.

La APDR también alega que la ubicación de Ence impide regenerar la ría para actividades marisqueras, una verdad a medias que reconoce hasta la patrona mayor de Lourizán, María del Carmen Vázquez, que señala a la depuración de las aguas residuales urbanas como el obstáculo insalvable. La Universidad de Barcelona acreditó que no había bacterias coliformes fecales en las aguas de Ence. La propia Comisión Europea reconoció que la factoría cumple con los estándares ambientales.

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