Alberto Varela - CRÓNICAS ATLÁNTICAS

Galicia autonómica

Nunca hemos utilizado la autonomía para pedir nada que no estuviese en la Carta Magna

Ha habido cierto debate estos días a raíz de la petición unánime del Parlamento Gallego de que Galicia asuma el máximo techo competencial posible. Lo pidió el BNG y lo apoyaron los demás formaciones, Partido Popular incluido.

¿Para qué quieren más competencias? Se han preguntado algunos, y otros han acusado a los populares gallegos de secundar posiciones nacionalistas. Nada más lejos de la realidad. No olvidemos que Galicia es una de las nacionalidades históricas que prevé la Constitución Española, y que es además la única de las tres que siempre ha sido leal al estado. Nunca hemos utilizado la autonomía para desestabilizar al poder central, ni para pedir nada que no estuviese dentro de la Carta Magna. Incluso los gobiernos de izquierda apoyados por partidos nacionalistas han sido más razonables en lo competencial que algunos partidos de ámbito estatal en el País Vasco o en Cataluña.

Venir con recelos o con sospechas hacia Galicia es por un lado innecesario y por el otro absurdo. Y demuestra, además, no conocer en absoluto la forma de ser ni la esencia del pueblo gallego. La unidad de España no significa en absoluto uniformidad, y si la descentralización política ha traído riesgos en otras comunidades las consecuencias deben ser para ellas. No puede el alumno con comportamiento ejemplar sufrir represalias por lo que han hecho los indisciplinados.

Y ojo, además, con echarle la culpa de todos los problemas al Estado de las Autonomías. Todo es mejorable, eso es cierto, pero es indiscutible que España ha mejorado como país con el proceso autonómico. Las propuestas para perfeccionar, evitar duplicidades y coordinar regiones son bienvenidas, las que simplemente quieren buscar enemigos para crecer electoralmente además de populistas van a quedar retratadas con el tiempo. Tanto un modelo centralista como uno descentralizado puede ser magnífico o desastroso según quienes sean los encargados de gestionarlo. Ahí está la cuestión. Desconfíen de las recetas fáciles. No todo es sota, caballo y rey. Las recetas de Podemos y sus confluencias están quedando desenmascaradas, pero no son los únicos que traen crecepelos para vender. Y siempre habrá quien se los compre.

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