Luis Ojea - LA SEMANA

Estreno de temporada

El escenario que se abre deja al PSdeG en una posición especialmente incómoda, obligado a defender a un ejecutivo que castigará a Galicia

Pablo Casado en Cerdedo-Cotobade y Carmen Calvo, contraprogramando, en Santiago. La imagen del arranque del nuevo curso político, más allá de los titulares extraídos de sus intervenciones, avanza algunos elementos importantes del decorado de la nueva temporada. Primero, Galicia es y va a seguir siendo estos próximos meses protagonista de la vida política nacional, con Alberto Núñez Feijoo como referente institucional de los populares frente al desnortado gobierno de Pedro Sánchez. Y segundo, los socialistas, presos de las hipotecas contraídas con la izquierda radical, el populismo y el independentismo para que triunfase la moción de censura, saldrán a jugar cada partido a la contra, consciente de su debilidad parlamentaria y la inconsistencia de su cambiante discurso.

Este nuevo escenario que se abre deja al PSdeG en una posición especialmente incómoda, obligado a defender a un ejecutivo que castigará a Galicia y primará a otras autonomías para pagar los chantajes que asumió para garantizar los votos que le dieron la llave del Palacio de la Moncloa. El socialismo gallego, instalado durante años en la crítica facilona a todo, se ve convertido ahora en abogado defensor de decisiones que discriminan directamente a esta comunidad. Caso estos días de la condonación de la deuda al puerto de Valencia. Ese episodio ilustra bien una de las claves del nuevo curso político, la soledad a la que ahora se ve abocado el PSdeG. Sí, las posiciones en el tablero han cambiado. Estábamos acostumbrados a ver a Gonzalo Caballero tras todo tipo de pancartas. Todas le gustaban, no discriminaba. Hasta ahora. Porque a partir de ahora quizás se vea obligado a dosificar su presencia en las manifestaciones ya que algunas van a ir dirigidas contra decisiones adoptadas por su propio partido.

La temporada arranca con el socialismo gallego más arrinconado. Empujado a ese papel, entre otros, por el populismo. Esa va a ser otra de las claves de la nueva temporada. El papel que vaya a jugar la izquierda rupturista. Los que sostienen a Pedro Sánchez en Madrid y al mismo tiempo lo critican en Galicia. Todo coherencia, sí. Lo habitual en ese espacio político. Un universo caótico que promete para el nuevo curso fabulosos espectáculos. Quizás incluso el de su implosión. Dependerá del resultado del pulso que echarán las próximas semanas la dirección de En Marea y el sector crítico del partido. Gane quien gane, el riesgo de escisión seguirá latente. De hecho, lo más probable es que esa sopa de siglas concurra con varias marcas compitiendo entre sí en las próximas municipales en no pocas plazas de la comunidad.

Esa es la gran cita de la temporada. Todo lo que pase en los próximos meses en la vida política gallega estará condicionado y orientado hacia esos comicios de mayo. Un examen final que, entre otras cosas, servirá para comprobar si ha tenido éxito la renovación de estrategia y discurso que está impulsando el nuevo líder nacional del PP. Con su presencia ayer en Galicia para el arranque del curso, Casado demuestra que Feijoo sigue y seguirá siendo uno de los principales referentes del partido a nivel nacional en esta nueva era post-Rajoy, una era más ideologizada, basada en la recuperación de principios que habían quedado diluidos en los últimos tiempos y en la afirmación sustantiva de los valores tradicionales del centroderecha. En mayo veremos si ese cambio de rumbo sirve para revitalizar electoralmente al PP.

Esta y otras incógnitas del nuevo curso quedarán resueltas en primavera. Pero vayan tomando asiento. La función ha comenzado ya.

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