Trabajadores de Ferroatlántica y excompañeros, reunidos a las puertas del Concello de Cee
Trabajadores de Ferroatlántica y excompañeros, reunidos a las puertas del Concello de Cee - MIGUEL MUÑIZ

La Costa da Morte se funde a negro sin Ferroatlántica

Los concellos ubicados en la cuenca de los ríos Xallas y Grande cuidan a las centrales y las factorías como a un hijo único industrial. Con la amenaza de venta de las primeras, todo es incertidumbre: casi cuatrocientos puestos de trabajo directos, el futuro de la comarca y hasta la Navidad

Cee (La Coruña) Actualizado: Guardar
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En la única central que no se quiere cerrar en Cee y Dumbría los vecinos desayunan y pasan las hojas de la prensa con aparente animosidad. Ninguno se detiene en las páginas, como la de ABC, que recogen el apoyo cerrado del Parlamento a los trabajadores de Ferroatlántica, amenazados por la sombra pendulante —la Costa da Morte va a crisis sistémica cada diez años— de su despido. La central es realmente el Café Bar Central, cuyas ventanas empañadas por el vaho impiden ver que a cincuenta metros un grupo de unos quince empleados se concentran a las puertas de la casa consistorial.

Con la cabeza mirando hacia el suelo, en corro, charlotean. «A las factorías les quedan dos telediarios, segurísimo, hombre».

Ferroatlántica quiere fundirse a negro con la venta de las centrales que posee en los ríos Xallas y Grande. Su actividad hace rentable la energía que gastan factorías como la de Cee, inserta en un codo de la bahía, casi haciendo síntesis con el cementerio de la parroquia de Brens. Encaramado a las tapias del camposanto, es difícil distinguirlo de los pliegues herrumbrosos de la factoría. Porque al final, todos se entregan a una especie de Dios de libre interpretación: Villar Mir. «Se cree un ser superior pero los ríos no son suyos. Éste va dos pasos por delante», vocea Alfonso Louzán, una vida en Ferroatlántica y antiguo miembro del comité. «Hace unos diez o doce años —narra— nos invitó a caminar con él diez kilómetros y después a una comida. Éramos unos cien. Al terminar, se levanta y dice: ‘Dale un abrazo al Apóstol y cuídame al pueblo’. Y se fue. Entonces ya ni le creí». Alfonso vive en un barrio donde hay sesenta viviendas y solo dos niños van a la escuela.

Aspecto general de la factoría de Ferroatlántica en Cee
Aspecto general de la factoría de Ferroatlántica en Cee - MIGUEL MUÑIZ
«Si esto se cierra es la mayor hostia que se ha llevado nunca esta zona», avisa Alfonso Louzán, jubilado

Es el Cee que contrasta con el mapa periurbano de cuatro hipermercados, un centro comercial, concesionarios de coches y la silueta átona de la nueva construcción. «Aquí, si esto se cierra, es la mayor hostia que se ha llevado nunca esta zona». Sus palabras para describir el estado de ánimo de la vecindad son ya irreproducibles. Afuera, Soraya Canosa atraviesa la plaza con la barra de pan en ristre: «El padrino de mi hija trabaja en la fábrica, acudimos todos los días a las concentraciones». Se despide en dirección a una calle donde cuelga la pancarta: «Venta de las centrales, ruina de la comarca».

Dentro del ayuntamiento, unos pasillos blanco hospital arrastran la vista hasta el salón de plenos. Los operarios van a cumplir una semana de encierro, presentes ante una tienda de campaña «Quechua» colocada en el centro, a mitad de camino entre las filas de la oposición. En la mesa de un cuarto contiguo, hay vasos de plástico esparcidos y jarras térmicas con café. Un pedazo grande de papel cebolla cubre los bizcochos y los dulces que los vecinos entregan cada día a la causa.

Los operarios de Ferroatlántica ha tomado el salón de plenos de Cee
Los operarios de Ferroatlántica ha tomado el salón de plenos de Cee - MIGUEL MUÑIZ

Da la sensación de que todas las causas del mundo caben en ese salón. Los trabajadores de la rama de energía (las centrales) y las ferroaleaciones (las factorías) proyectan la sensación de que son un solo ente, porque lo son. A finales de los noventa, el Tribunal Supremo y el TSXG ratificaron que Ferroatlántica tiene una sola actividad y denegaron la segregación que la compañía reivindica para poder vender los saltos hidroeléctricos. A finales de octubre, el presidente, Pedro Larrea, extendió al comité de empresa en una reunión en Madrid la causa finita de la operación: las centrales se iban a vender porque había ofertas suculentas. El portavoz, Alfonso Mouzo, aclara que «en su día, se concedieron las licencias para la explotación de los ríos para construir ferroaleaciones, no fueron para especular ni para pagar las deudas que tiene el señor Villar Mir en otros ámbitos, como en OHL». «La empresa va muy bien, de eso no tengas duda», añade Paulo Carril, secretario comarcal de la CIG. «Esta es la única industria que hay».

«¿Qué hago?»

Feijóo se ha remitido a la ley para comprometer que la Xunta no segregará la producción

La desconfianza dispara las teorías pero no ciega el ánimo para solicitar, al gobierno de la Xunta y a la compañía, que no habrá ninguna negociación que pase por discutir la venta. Afirman que en los cajones guardan las cartas de aliento de Xosé Cuíña, conselleiro totémico con Fraga, durante la última crisis de 1992. A Feijóo le exigen lo mismo: «Que tome ese ejemplo», dicen. De entrada, se reunió con los alcaldes de la comarca para repetir que la firma del Ejecutivo gallego no se estampará en ningún contrato de cesión. En sede parlamentaria, recordó que «se cumplirá la ley», esa que prohíbe bifurcar la actividad energética de la industrial para estos casos. «Nos interesan los empleos, no los conflictos; nos interesa la inversión industrial y que las empresas sigan funcionando», resumió.

Una pancarta afirma en Cee «Venta de las centrales, ruina de la comarca»
Una pancarta afirma en Cee «Venta de las centrales, ruina de la comarca» - MIGUEL MUÑIZ

El regidor independiente de Cee, Ramón Vigo, traslada que la preocupación es «generalizada» entre los negocios y comercios de la villa. Confía en una «salida dialogada» y en el carácter «cartesiano» de Alberto Núñez Feijóo para que «dé tranquilidad a la gente». «A día de hoy las fábricas están generando pasta, pero eso no nos garantiza que vaya a ser así durante veinte años». José Manuel Trillo, de la rama de energía, Borrás Fernández, de ferroaleaciones y Modesto Canosa, operario auxiliar, dialogan sobre sí mismos y sus previsiones. «Mi abuelo fue desplazado para que se pudieran hacer los embalses y ahora gracias a eso él (por Villar Mir) puede pagar la corriente», detalla Borrás, con la voz quebrada: «Se ve claramente a lo que estamos condenados, no un pueblo, sino toda la Costa da Morte».

Borrás Fernández, trabajador, pronostica antes de las fiestas «un bajón a la hora de soltar el dinero»

Su presagio es que con la venta de las hidroeléctricas el grupo no podrá seguir costeando la electricidad que necesitan las fábricas. Será el inicio de un proceso de rebaja de plantilla y desmantelamiento total de lo que conocen y ha sido su vida. José Manuel no quiere hacer maletas: «¿Para qué queremos nosotros irnos a Puertollano (donde Ferroatlántica compró recientemente otra fábrica)? Tengo 49, cierran esto y, ¿qué hago, me marcho?».

«¿Sabes cuándo tendrías que venir? Al pasar la Navidad, se va a notar un bajón de soltar el dinero, más que nada por miedo por lo que pueda pasar. Ven y pregúntale a los comercios». termina Borrás. En esa sala cabe todo: el miedo y la Navidad. A ver si también Ferroatlántica.

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