Galicia

Cielo e infierno para los Fernández de Sousa

Mientras Manuel acaba de ser condenado por falsear las cuentas de Pescanova, José María vive el auge de PharmaMar

Manuel Fernández de Sousa, sentado en el banquillo de la Audiencia Nacional EFE

José Luis Jiménez

José María Fernández de Sousa , presidente de PharmaMar, lleva años enterándose «por la prensa» de las tribulaciones empresariales de su hermano Manuel, expresidente de Pescanova y al que la Audiencia Nacional ha condenado esta semana por falsear las cuentas de la multinacional , que acabó quebrada por su gestión y en manos de la banca acreedora. Los mismos años que llevan sin hablarse. Nada. El vacío. Una saga empresarial, la misma sangre, dos caminos separados e irreconciliables. Una historia de éxito y otra de indeleble fracaso con probable epílogo en prisión . Y un apellido, Fernández, que antaño era sinónimo de poder y opulencia en Galicia, ahora demediado y con el prestigio en horas bajas.

Nunca fueron uña y carne, pero había el aprecio fraternal lógico, casados a su vez con dos hermanas de la burguesía viguesa, Montserrat y Rosario Andrade, emparentadas además con la intelectualidad galleguista de la ciudad. Dos parejas gemelas . Poseían participaciones cruzadas en la empresa del otro, lo que garantizaba que la familia se apoyaba mutuamente. Los hermanos apenas se llevan seis años de diferencia: José María, el mayor, de 1945; Manuel, el mediano, de 1951. Pero algo se rompió a mediados de los 90 y las trayectorias empezaron a divergir .

Nadie parece saber cuál fue el origen de la disputa, ni tan siquiera el momento exacto. Hay quienes lo sitúan en 1986, cuando muere el patriarca, don José, y comienzan las distancias en el ámbito empresarial. Otros hablan de los noventa, con José María ya al frente de Zeltia (la precursora de PharmaMar).

El tercero en discordia es Fernando, el hermano menor, ajeno a la pugna empresarial (reside en Miami la mayor parte del año) aunque con participación en la vieja Pescanova. Durante el juicio en la Audiencia Nacional, el pasado año, confesó que llevaba una década distanciado de Manuel.

La ruptura

«Un año José María se negó a firmarle las cuentas de Pescanova a Manolo», asegura una fuente de toda solvencia, próxima al empresario farmacéutico. No le gustaban algunas prácticas de su hermano al frente de una de las joyas industriales de la familia y lo dejó patente. «El año anterior ya había firmado a pesar de las discrepancias, pero al siguiente no pasó por el aro» . Ante tal desencuentro «llegaron a un acuerdo para vender las acciones que cada uno tenía en la compañía del otro», añade esta fuente. «José María tiene bastante olfato para ver venir las dificultades», añade.

Los hechos se desencadenaron entre 1995 y 1998. Primero, Pescanova borra como consejero a José María; tres años más tarde, en la Junta General de Accionistas de Zeltia hace lo propio con Manuel bajo el pretexto de una falta de asistencia a determinado número de reuniones. El relato del desencuentro está recogido en «Señores de Galicia» (Esfera de los Libros, 2008), escrito por Julián Rodríguez. «Fue una ruptura por egos», sostiene este periodista.

El primer Fernández de esta historia fue el abuelo Antonio, más conocido en Lugo como Antón de Marcos. De ideales galleguistas y democráticos, este emprendedor procedente de una pequeña aldea de la rural Sarria se dedicó al negocio del ganado en el primer tercio del siglo XX. Cuando murió a los 55 años, en 1931 , ya había dado a sus hijos estudios universitarios . José y Antonio se pusieron al frente de la actividad familiar.

«Primero, se quedaron con el matadero de Mérida», detalla Carlos Príncipe, alcalde de Vigo en los noventa y buen conocedor del tejido empresarial de la ciudad, «pero estalla la Guerra Civil y los hermanos quedan en territorio nacional». Ellos, más próximos a los ideales republicanos, «se convierten en suministradores de carne del ejército franquista» . El negocio funciona y expanden la actividad con sucursales de su matadero en Lugo y Porriño (Pontevedra), a las afueras de Vigo.

A partir de aquí, los hermanos Fernández López empiezan a diversificar su actividad. Adquieren una pequeña farmacéutica viguesa, el Instituto Miguel Servet, rehabilitan a Fernando Calvet, un científico represaliado por el franquismo, y se trasladan a Porriño, donde fundan Zeltia en 1939 . La empresa desarrollará dos líneas de actividad, una destinada al ámbito doméstico (principalmente insectividas) y otra de medicamentos, aprovechando la experiencia previa de Calvet. «Hicieron mucho dinero con el cornezuelo de centeno» y su aplicación para problemas cardiovasculares, apunta Príncipe, «y se convirtieron en uno de los principales laboratorios de España gracias a una alianza con la Imperial Chemical Industries británica».

Zeltia fue el germen de Antibióticos SA, empresa fundada a finales de los cuarenta por los Fernández López de la mano de otras pequeñas farmacéuticas como Abelló, Leti, Ibys y Llorente. José María Fernández, catedrático de bioquímica por la Universidad Complutense, fue director de investigación de la compañía en los ochenta . Su familia se retiró del accionariado de Antibióticos en enero de 1985 y él abandonó la empresa dos años antes de que Mario Conde la vendiera por 58.000 millones de pesetas a los italianos Montedison, su primer gran pelotazo.

El dominio del frío

Pescanova se funda en 1960. «Don José se alía con otro tipo represaliado tras la Guerra Civil como Valentín Paz Andrade, un reconocido galleguista, y que era el abogado que llevaba los intereses de los armadores de Bouzas», uno de los puertos de Vigo . Fernández conocía cómo transportar la carne en frío , y decide adaptar la fórmula al pescado, congelándolo en origen. «Era la época en que no había leyes en el mar», continúa Príncipe, «se podía pescar hasta a cincuenta millas de la costa en cualquier parte del mundo». La compañía empieza a crecer. En 1980, José Fernández le cede la presidencia a su hijo Manuel. En los noventa, los países se rebelan e introducen una extensión de sus aguas territoriales hasta las 200 millas para evitar la depredación de sus caladeros . Pescanova, ya con Manuel Fernández de Sousa al frente, idea una original fórmula: las empresas mixtas. Apuesta por compartir capital en los países donde pesca, bien con los gobiernos, bien con otras empresas. De nuevo, la estrategia parece funcionar. Son los años dorados del Capitán Pescanova, del mecenazgo y la filantropía en Vigo con la escuela de equitación que dirige Rosario Andrade, del patrocinio de la vela oceánica e infantil, aunque empieza a haber problemas de liquidez. «Fue siempre una empresa sobreendeudada» , apunta Rodríguez, «su problema era la deuda a corto plazo».

Fraga, al rescate

En 1994, Pescanova sufre la presión de la multinacional holandesa Unilever, que amenaza con comprarla. Fernández de Sousa echa mano del poder político para defenderse de la operación. «Manuel Fraga fue muy amigo de su padre, y él heredó esa relación» , desvela Príncipe. La Xunta firma un contrato-programa con Pescanova e inyecta oxígeno en la compañía al subvencionar préstamos por 8.000 millones de pesetas, adquirir otros 2.000 millones en obligaciones a través de una sociedad de capital riesgo y financiando parte de los intereses de los créditos existentes.

«La fórmula de los contratos programa se utilizaba con las empresas públicas, hasta entonces nunca con una privada», apunta Rodríguez. Era el salvavidas de liquidez que necesitaba Pescanova . «Le dije a Fraga que entrara en el accionariado de Pescanova, pero no me hizo caso», recuerda Príncipe. Volvían los días de vino y rosas a la factoría de Chapela. El fantasma de la falta de liquidez regresaría fatalmente una década más tarde.

Tras la muerte en 1986 de José Fernández, su hijo José María accede a la presidencia de Zeltia y comienza una nueva vía de investigación: fármacos de origen marino. En aquella época, las relaciones con su hermano Manuel eran óptimas. Tan era así que «las primeras algas para la investigación las traían los barcos de Pescanova» , afirma Julián Rodríguez. Zeltia empieza un proceso de especialización durante la década de los noventa, a través del cual empieza a separar su línea de negocio de productos domésticos (Zelnova, que se dedicaba a los insecticidas y que fue vendida el pasado año, y Xylazel, fabricante de productos para la madera) de la biotecnológica.

Fernández de Sousa refunda Zeltia a través de una fusión inversa con PharmaMar, que pasa de filial a matriz de su conglomerado empresarial, y se centra en la investigación de antitumorales de origen marino. Yondelis fue su primer gran éxito (para tratar determinados tipos de sarcoma y el cáncer de útero, en combinación con otros fármacos), y también el de la industria farmacéutica española en el campo de la oncología.

En el nuevo milenio, Manuel Fernández de Sousa da un giro a la estrategia de Pescanova. Decide hacer una fuerte apuesta por la acuicultura y se lanza a la construcción de piscifactorías a través de sus filiales. Ya no gobernaba en Galicia Fraga sino el bipartito PSOE-BNG , que le veta instalarse en Cabo Touriñán por ser una zona protegida, lo que expulsa a Pescanova a Portugal, donde es recibido por ministros del gobierno socialista de José Sócrates. Iba a ser la mayor planta de rodaballo del mundo. Pero se torció.

La inversión, superior a los 140 millones de euros , se fue al traste cuando los peces se murieron. No habría retorno. La sentencia recoge las causas del colapso: precios finales de pescado inferiores a los esperados, gasto excesivo en el mantenimiento de la compañía, los costes para la obtención de permisos en el extranjero, la restricción del crédito bancario...

A Fernández de Sousa, para salvar la joya empresarial de su padre, solo le quedó articular la trama contable ficticia por la que acaba de ser condenado. Incluso hubo escarnio: la justicia frenó el alzamiento de 4 millones de euros que él y su mujer querían derivar a una cuenta en Hong Kong. «Era una persona con muchas cosas en la cabeza, más de las que debería, y quería resolverlo él todo» , afirma un extrabajador de Pescanova muy próximo a Fernández; «su mayor problema era la incapacidad de delegación».

La suerte de José María fue bien distinta. En los primeros albores de este siglo, PharmaMar consigue comercializar su fármaco en toda Europa, Estados Unidos y, finalmente, en Japón en 2015. En los últimos años, investiga los usos de la lurbinectidina para tratar el cáncer de pulmón. Y tras la irrupción a nivel mundial del Covid-19, PharmaMar sorprendió anunciando efectos de contención del virus con su fármaco Aplidin , actualmente en fase de ensayos clínicos, mientras una de sus filiales, Genómica, ultima un kit de detección del coronavirus.

Todo ello ha disparado el valor en Bolsa de la compañía , que ha batido su propio récord en los primeros nueve meses de este año, en los que ha anunciado un beneficio de 160 millones de euros. En septiembre regresó al Ibex 35 en sustitución de Ence con una clara senda alcista. José María Fernández de Sousa, a sus 75 años, tiene todavía páginas por escribir con su compañía.

A su hermano Manuel, hundido en una depresión desde que saltó el escándalo de Pescanova, todavía le espera un calvario judicial que previsiblemente acabará en la cárcel. «Él tenía una obsesión, que su hijo saliera absuelto» como finalmente ha sucedido, «eso creo que le da cierta paz interior». Algo es algo.

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