EL FUTURO DE LA CENTRAL

Cerceda teme despedirse de Meirama

Trabajadores, empresarios y políticos denuncian el impacto económico que tendría en el pueblo el cierre de la planta

Gas Natural-Fenosa no despeja si acometerá la inversión necesaria para que pueda seguir más allá de 2020

La central, propiedad de Gas Natural-Fenosa, vista desde el centro de Cerceda MIGUEL MUÑIZ

NATALIA SEQUEIRO

Aprincipios de los años 70 el empresario Epifanio Campo descubrió la riqueza mineral oculta en el subsuelo de Cerceda. Él buscaba caolín para fabricar ladrillos, pero encontró una veta de lignito pardo y decidió venderle a Fenosa los derechos para explotar la mina. La compañía decidió entonces montar una central térmica, que desde 1980 quema carbón para producir electricidad soltando a la atmósfera miles de toneladas de CO2 y otros contaminantes responsables del cambio climático. Pero el futuro que se cierne sobre la continuidad de la planta de Meirama es ahora incierto y la preocupación se ha instalado en el municipio coruñés de 5.000 habitantes, que cuenta con una de las rentas per capita más altas de Galicia.

Esta semana los integrantes del Comité de Empresa de la central se encerraban en el Ayuntamiento para exigirle a Gas Natural-Fenosa que aclare si piensa o no cerrar la planta . Para tratar de frenar el impacto del calentamiento global, la Unión Europea ha endurecido las exigencias a las centrales térmicas y las obliga a reducir sustancialmente las emisiones si quieren seguir funcionando a partir de 2020. La eléctrica anunció en 2015 que acometería la inversión necesaria, de entre 100 y 120 millones de euros, para adaptar sus instalaciones a la nueva legislación europea que le permitiría operar hasta el 2035 . A dos años de que expire el plazo, los estudios de ingeniería ya están hechos, pero todavía no han empezado las obras. La compañía afirma ahora que no tiene una decisión cerrada y no acaba de aclarar si piensa seguir manteniendo la central.

«Hay miles de familias que viven de la planta en el entorno de Meirama» , afirma el presidente del comité Bautista Vega Tato. En la central, situada en el límite de Cerceda, Ordes y Carral, trabajan actualmente entre 200 y 250 personas, unas cien de plantilla y el resto de las compañías auxiliares. Pero bajo su amparo ha crecido toda una red económica formada por transportistas, ferreteros, proveedores, restaurantes o talleres que dan empleo a muchos más. « Las pequeñas empresas siempre dependen de las grandes. La central necesita realizar paradas habitualmente para su mantenimiento . Para los equipos de alta tecnología vienen empresas de más lejos, pero el mantenimiento normal lo realizan las de la zona», relata José Manuel Soengas, trabajador e integrante del comité de empresa. El presidente del comité, Bautista Vega, cree que el cierre de Meirama supondría una pérdida importante no sólo para la comarca sino para toda Galicia. «La Xunta dice que se están creando muchas empresas, pero lo único que vemos es que en Galicia las grandes empresas se están yendo o las están vendiendo y la gente se está quedando en el paro», añade Carlos Diéguez, otro de los sindicalistas que el jueves se encerraron en el Ayuntamiento.

A menos de dos kilómetros de la central de Meirama, el padre de Avelino Candal, regía un pequeño restaurante en Mesón do Vento. En 1980 logró la concesión del comedor de la planta y envió allí a su hijo de 18 años. « Si la planta cierra, mi negocio también tendría que cerrar », lamenta. Avelino Candal recuerda bien cómo era Cerceda antes de la llegada de Meirama. «Fue una transformación total, lo único que había era una feria cada quince días. Era una zona rural, pero más de monte que de agricultura, la gente tenía su huerta y sus animales para autoconsumo», afirma. Candal, al igual que el comité de empresa, es consciente del daño medioambiental que ha causado la central térmica. Hasta 2008, las calderas quemaron el lignito procedente de la mina de la localidad —hoy reconvertida en lago artificial — muy contaminante por su bajo valor calorífico. Pero en esa fecha, Fenosa ya tuvo que adaptar las instalaciones para procesar carbón de mejor calidad que se traía desde las minas de Wyoming o Sudáfrica y redujo las emisiones. « Ahora que podría transformarse y producir energía de forma más limpia se la quieren llevar », lamenta Candal.

Las reivindicaciones de los trabajadores han recibido el apoyo unánime del pleno de Cerceda, que el jueves votaba una moción pidiendo a Gas Natural-Fenosa que acometiese las inversiones necesarias para la pervivencia de la planta. El alcalde, José García Liñares, cree que el cierre tendría un impacto importante en la localidad. « Hoy empresas que tengan más de doscientos empleados, desgraciadamente no hay muchas. Además son trabajadores con salarios buenos. Sería una pena, sobre todo, para las generaciones futuras », subraya el regidor socialista. Pese a que en la localidad se encuentra también ubicada la planta incineradora de basuras de Sogama, el impacto de la marcha de Meirama se dejaría notar en las arcas públicas, que reciben 1,5 millones de euros de la compañía eléctrica.

Comparación con As Pontes

En Cerceda miran con cierta envidia a la otra villa del carbón en Galicia, As Pontes . Conectados por la misma veta de lignito pardo que atraviesa la Comunidad, ambas localidades han seguido una historia paralela. Pero allí, Endesa ya ha empezado a acometer la renovación de la planta, en la que invertirá 217 millones, para garantizar su supervivencia hasta 2035. Después tendrá que empezar otro proceso para descarbonizarse totalmente en 2050. En Meirama continúa la incertidumbre. La dirección de la central le ha trasladado a los sindicatos que la política de inversiones se está revisando en Gas Natural-Fenosa desde que el fondo americano de inversión Global Infraestructure Partners (GIP) compró el 20% de la compañía eléctrica. El alcalde afirma tener informaciones que apuntan a que la empresa está buscando abaratar su proyecto inicial. « Creo que están reconsiderando que en vez de prepararla para poder quemar carbón de todos los tipos, hacerlo sólo de uno o dos, lo que reduciría la inversión », señala José García Liñares.

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