José Luis Jiménez - Pazguato y fino

Armisticio en el PSdeG

Qué paradoja: Abel Caballero va a detestar más al secretario general de su partido en Galicia que al presidente de la Xunta.

Los socialistas gallegos han confiado su futuro a Gonzalo Caballero mediante un proceso de primarias que demuestra palmariamente su capacidad para destrozar internamente cualquier organización política, incluso en uno como este llamado a ser de guante blanco. Tensiones fratricidas que desembocan en un resultado como el de anoche, que parece dejar por un lado el sentimiento de la militancia y, por otro, el de buena parte de los cargos orgánicos, estos son, los que ganan elecciones. Huelga decir que gana un candidato rechazado con denuedo por Vigo y su entorno, que ya ve peligrar el control del partido en la provincia. Qué paradoja: Abel Caballero va a detestar más al secretario general de su partido en Galicia que al presidente de la Xunta.

A favor del sobrinísimo han remado distintos factores: era el más conocido por sus bases —bien puede agradecérselo a quienes le dieron minutos en la tele—, lleva pedaleando contra los molinos de viento de los aparatos orgánicos desde hace más de una década —así que de nuevo tiene poco—, y ha sabido surfear sobre la ola de contestación interna que aupó a Pedro Sánchez sobre Susana Díaz. Se autoerigió como el heraldo del cambio en Galicia y, para asegurar la jugada, amarró un pacto con Leiceaga del que mucho se podría hablar —tanto como del juego sucio en los avales—.

Y enfrente, pues un tipo como Juan Díaz Villoslada del que se puede decir poco malo, pero también poco bueno. Era ese otro, del que se decía que apoyaban los barones pero por el que ninguno dio la cara públicamente. Incluso se mentaba como mano muñidora a Gómez Besteiro. Hay quienes proclaman ya el fin definitivo del «besteirismo» en el PSdeG, aunque los muertos que entierran algunos parecen gozar de buena salud.

El partido que se encuentra Gonzalo Caballero está lleno de incertidumbres, y su verborrea vacía de esta campaña no las ha aclarado. En esencia, debe decidir si las Mareas municipales son un rival en la izquierda o una muleta contra el PP, aunque eso empuje al PSdeG a la irrelevancia. Será un líder extraparlamentario mientras no descabece a algún diputado por Pontevedra y haga correr la lista para su entrada en la Cámara. Eso le restará fuerza, si no lo remedia. El PPdeG ayer se confiaba al talante moderado de Leiceaga como opción ganadora: que se desengañen si esperan que ese tono continúe con el nuevo mandamás.

La tarea es ingente, pero el terreno está expedito, gracias a la mayúscula decepción que está resultando En Marea. Su primera decisión, si quiere ser honesto y demostrar que las cosas están cambiando en el PSdeG, podría ser la rehabilitación política de Carlos Príncipe, a quien tanto le debe. El exalcalde fue vilipendiado por ejercer una dura crítica al partido en Vigo, la misma que hacía Gonzalo Caballero cuando no soñaba con mandar. Veremos ahora si hay coherencia o conveniencia.

Acaba esta batalla en el PSdeG. Pero no es el fin de la guerra. Apenas es un armisticio.

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