El mundo después de Ferran

Si Ferran Adrià no hubiera existido, Gresca, Coure o Capet serían no más que versiones más o menos felices de los bistrós o braserías francesas

Capet merece la excursión que hay que hacer para ir a visitarlo ABC
Salvador Sostres

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Capet es la historia de cómo mejoramos. Los países, y las personas, brillamos por arriba pero mejoramos por debajo. La brillantez del Bulli ha sido la élite cultural de nuestra era y Ferran Adrià el genio vivo más importante que tiene a su disposición la Humanidad. Pero su mayor aportación cívica no fueron los platos de El Bulli sino cómo higienizó la cocina española y subió el nivel mínimo y medio de nuestra expresión gastronómica.

Si Ferran no hubiera existido, Gresca, Coure o Capet serían no más que versiones más o menos felices de los bistrós o braserías francesas. Inspirados por Ferran, han alcanzado un nivel superior a los tres estrellas de París, aunque sin sus maravillosas salas ni sus maitres que justifican una vida.

Armando Álvarez ha abierto su segundo Capet en la calle Cometa, detrás del Ayuntamiento. Cocina con los mejores productos y un talento puesto al servicio de sacarles su máximo provecho, sin perder el tiempo en narcisismos ni filigranas. El ajoblanco es notable. Trata el pescado mejor de cómo te ha tratado cualquiera de tus novias, aunque decir esto no sea realmente decir demasiado: muy bien, en cualquier caso. Pero lo que sin duda me venció definitivamente fue el tartar de vaca vieja. Si en Pur Nandu presenta la máxima suavidad del tartar hecho con carne de wagyu, Armando con la vaca vieja logra la máxima intensidad. Podríamos comer esto cada día de nuestras vidas, para almorzar y para cenar, hasta que el ácido úrico nos llevara por delate -o por detrás.

No me cansaré de repetir que poder comer a este extraordinario nivel, por 40-60 euros, en una de las mejores ciudades del mundo, es un privilegio que deberíamos aprovechar ahora que todavía lo tenemos, porque pronto los chefs de Barcelona se van a dar cuenta de las salvajes cantidades de dinero que cada día pierden y van a subir los precios. No hay ningún restaurante en París que por 40-60 euros rinda a este soberbio nivel, y los de 200-300 euros a veces tampoco.

La barra es como siempre el lugar adecuado y entenderse con el chef es lo más agradable. Mi amigo Adrià Martínez dice que para beber hay que dejarse de tonterías y agotar las existencias del Sancerre blanco que hay en la carta. Yo de vinos no entiendo demasiado, por no decir que nada, pero lo probé y me gustó: y podía pagarse.

Capet merece la excursión que hay que hacer para ir a visitarlo. Incluso en estos días en que el bochorno vuelve a asolar la ciudad, el sufrido paseo desde la zona noble (y nacional) tiene el premio que merece.

Capet

Cocina: 8 Servicio: 8 Sala: 7

Calle del Cometa 5. 08002 BarcelonaTel: 937 204 421

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