Sebadoh y lo que queda del indie

La banda estadounidense presentó el jueves en Razzmatazz 2 su último trabajo, «Act Surprised»

Sebadoh, en una imagen promocional Justin Pizzoferrato

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¿Los Sebadoh de 2019? Veamos. Las greñas de Lou Barlow lamiendo el micrófono y cubriéndole completamente la cara como si, tres décadas después, todo aquello le siguiese dando una vergüenza atroz. La sala medio llena o, según se mire, a medio llenar. Un último disco, el notable Act Surprised, visitado con fruición y capitalizando casi la mitad del repertorio. Beauty Of The Ride y Not A Friend engrasando orejas y tomándole el pulso a la tensión ambiental. El «¿cómo está?» de Jason Loewenstein y la duda (ni ellos se ponían de acuerdo) de si sus conciertos en la ciudad siempre habían sido en un festival o también en alguna sala. El indie rock de los noventa, vivito y coleando por más que sigan haciéndose los locos y esquiven la fundacional Gimme Indie Rock.

¿Los Sebadoh de 2019? El grito selvático del espontáneo, seguramente el mismo de siempre, que intenta comunicarse a berridos con la banda. El encanto del perdedor filtrándose en los acordes melancólicos de Soul And Fire. Esa tristeza pegada a la piel que ni toda la distorsión del mundo es capaz de camuflar. I Will y su crescendo como a punto de infartar. El barullo sónico y, Dios bendiga el punk, ese no saber acabar una canción ni aunque su vida dependiera de ello. Una guitarra que, en manos de Barlow, suena como si fueran cuatro. Un bajo que, también en manos de Barlow, se transforma en en robusto azadón. La batería quebrantahuesos de Beat. El cambio de posiciones para que Loewenstein tome la voz cantante. Ese público que sigue economizando movimientos y apenas se balancea como su tuviera los pies clavados al suelo. Las barbas cada vez más espesas y los flequillos batiéndose en retirada. Lo explícito de My Drugs y la fractura interna, ese crac que no se oye pero sí se ve, de Sunshine. El ímpetu desmelenado de Got It y el puño en alto para celebrar Careful.

¿Los Sebadoh de 2019? El arte del power trio en versión concentrada. Los himnos que parece que sí pero que al final no. La hora y media como medida suprema para cualquier concierto. La barra libre de los bises con Magnet’s Coil. Y con License To Confuse. Y con ese tipo que da tumbos por las últimas filas buscando los restos de su juventud en el fondo de la quinta o sexta cerveza. Y Rebound. Y, palabras mayores, Ocean y Brand New Love. Ah, el viejo y achacoso indie rock. ¿La nostalgia? Bien, gracias.

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