Kader Attia y el lenguaje de las cicatrices

El francoargelino, ganador del último premio Joan Miró, expone en Barcelona

Una visitante contempla una de las piezas de Attia EFE

MARÍA GÜELL

Las cicatrices reparan pero no borran la herida. El artista francoargelino Kader Attia lleva años investigando la importancia de la cicatriz en Oriente y en Occidente y gracias al premio Joan Miró tenemos la oportunidad de conocer sus obras más destacadas en diálogo con nuevos trabajos creados para la exposición de la Fundación Miró.

«Ha sido un placer trabajar con Kader Attia porque sabe cómo enseñar su obra, cómo hacer una escenografía y cómo hacer una coreografía», alaba Marko Daniel, director de la Fundación Miró, sobre el nuevo premio Joan Miró. «Pero el artista no quiere hacer visitas guiadas por su exposición», añade Daniel. Por suerte, sí que está dispuesto a explicar sus obras con detalle en una charla distendida con periodistas.

La exposición «Las cicatrices nos recuerdan que nuestro pasado es real» dispara directo al corazón. La poesía emana de «Ghardaïa», la primera instalación de este largo viaje, que nos traslada a una ciudad argelina idílica que ya enamoró a Le Corbusier en una visita en 1930. Una montaña de couscous, «un alimento de mi tierra», con una serie de piezas que representan casas nos dibuja un mapa de la ciudad idílica de Ghardaïa que existe desde el siglo XI en pleno desierto. «Es un ejemplo de población por la armonía en la que viven sus habitantes y por la forma de distribuir el agua del río que pasa cerca y que abastece a todas las casas». Esta escultura de 2009 significa muchas cosas a la vez.

Attia habla un español fluido fruto de unos años que pasó en Barcelona cuando era estudiante de la Escuela Massana. «Cuando volví a Barcelona y me enteré que en el edificio donde estudié había un grupo de activistas decidí ir a verle y hablar con ellos. Estos encuentros se convirtieron en entrevistas que grabé y que ahora forman parte de la exposición». Paquistaníes, cubanos y africanos explican su periplo hasta llegar a la Ciudad Condal, sus sueños y sus frustraciones.

«Las estadísticas dicen que un billón de personas se van a desplazar en el siglo XXI y no podemos pasar por alto el drama de los refugiados y la inmigración». Attia quiere que la gente se apee de sus vidas cotidianas y reflexione sobre las heridas de quienes sufren.

Su obra «Intifada» reúne un bosque de árboles metálicos con tirachinas que cuelgan de sus ramas. «Los pueblos de todo el mundo se defienden con las armas que tienen; todas las ocupaciones generan una reacción y luchas contra el ocupante con lo que tienes».

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