Francesco Tristano, en su laberinto

El Tristano creativo e imprevisible que conocíamos antes de su fichaje en exclusiva por Sony Classical parece haberse parapetado tras una música intrascendente

Tristano, en una imagen de archivo ABC

Pep Gorgori

Francesco Tristano es uno de los intérpretes más peculiares del panorama actual. Antes que pianista, es músico: las fronteras de su instrumento, como las de los estilos y los géneros musicales, le son ajenas. Ello explica que con la misma naturalidad aborde repertorio barroco, clásico, romántico o contemporáneo, se lance a componer o a improvisar, o flirtee con música electrónica y la procedente de otras tradiciones distintas a la centroeuropea. De ahí que un concierto suyo resulte a priori atractivo, en tanto que ventana abierta a las sorpresas.

En este contexto debe entenderse que la presentación en Barcelona de su último disco, «Tokyo stories» levantara expectación suficiente como para prácticamente agotar localidades en la sala Oriol Martorell de L’Auditori. La primera sorpresa fue el aforo: dados los acontecimientos que sucedían en Barcelona a esa hora, una pequeña parte del público optó por no asistir, dejando más asientos libres de los que aparecían a la venta pocas horas antes del concierto en la web del recinto.

Con todo, la principal -por decepcionante- sorpresa fue comprobar que el Tristano creativo e imprevisible que conocíamos antes de su fichaje en exclusiva por Sony Classical (2017) parece haberse parapetado tras una música intrascendente, casi ambiental, repleta de melodías y armonías facilonas y solemnemente aburrida. Este disco es, dice su marketing, un reflejo personal de sus vivencias y su fascinación por la capital nipona. Quizás sea cierto, pero no por ello se echa menos en falta algo de la chispa que tenían los trabajos que grabó con Deutsche Grammophon: su Stravinsky con Alice Sara Ott, el sorprendente diálogo entre Bach y Cage, o aquél «Long Walk» en el que sus propias creaciones se inmiscuyen en los bosques barrocos de Bach y Buxtehude.

Con buena parte de la música y los efectos grabados de antemano, lo más interesante fue la especulación sonora acompañado por la tabla -instrumento de percusión capaz de desarrollar una cierta melodía dentro de la escala pentatónica- y la mezcla del piano con bases techno. Su público le aplaude, cierto, y vende entradas, pero de un músico que había prometido tanto se espera bastante más. Confiemos en que, dentro el laberinto marketiniano de su discográfica no se pierda un buen talento y pronto vuelva aquél Tristano capaz de innovar y sorprender.

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