Ángel González Abad - Los martes, toros

El toreo para entender la historia

«Se podrá manipular la historia pero lo que no podrán borrar es precisamente la historia, los hechos sucedidos durante años y años»

El pasado domingo me encontré en la plaza de toros de Huesca con Raúl Felices, uno de esos miembros activos de la resistencia, uno de los catalanes obligados a emprender el exilio para mantener viva la pasión por la Tauromaquia. Raúl, que se ha enfundado el traje de luces, es además un estudioso y profundo conocedor del legado del toro en el Mediterráneo. A él no le engañan con las milongas de los toros ajenos a Cataluña.

Ha escrito dos obras que ponen de manifiesto y demuestran la importancia que han tenido todas las peculiaridades y manifestaciones taurinas en el devenir de la historia. Sus libros, redactados con profundo rigor, sobre la Historia del Toreo en Cataluña y en Baleares, son obligatorios para entender toda la carga taurina acumulada durante siglos en las regiones mediterráneas, en sus gentes.

Se podrá manipular la historia, se podrá insistir en eso de que el Ebro nace en tierras extrañas y en otras mil verdades inventadas, hasta en el carácter franquista y para turistas que le aplicó el nacionalismo a las corridas de toros; y hasta Balañá podrá mantener cerrada a cal y canto la Monumental catalana para no molestar a todo el aparato del «procés», pero lo que no podrán borrar es precisamente la historia, los hechos sucedidos durante años y años.

La íntima relación existente entre el toro y estas tierras. Una historia que está plasmada en negro sobre blanco, una historia que el otro día, justo antes de comenzar en la plaza de la capital oscense el mano a mano entre Enrique Ponce y El Juli, me recordó un exiliado taurino.

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