La Rambla, inicio y fin de la degradación

Afectada también por las crecientes problemáticas de Ciutat Vella, la mítica avenida barcelonesa se siente parte del problema y también de la solución

La Rambla, adornada con flores con m otivo de las Fiestas del Roser, el viernes AMICS DE LA RAMBLA

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«Arreglar la Rambla es arreglar en buena parte Ciutat Vella». Con esta máxima, los vecinos y comerciantes de la emblemática vía de Barcelona quieren poner las alertas sobre el estado de degradación de su calle, empañada también por los males de la zona . Un solo ejemplo, el pasado martes a las 18.45 horas, en su esquina con la calle Petritxol, además de una decena de turistas, siete captadores de cannabis, dos informadores de empresas de transporte de bicicletas y tres promotores de happy hours de alcohol invaden el punto. Paradójicamente, la Rambla que los autóctonos dejaron de sentir suya por la invasión de visitantes es ahora territorio de los negocios alegales e ilegales.

En nombre de los afectados por la situación, el presidente de Amics de la Rambla, Fermín Vilar, ejemplifica que, por la intensidad de lo que pasa, «una hora en la Rambla es como un día en Barcelona». Así, recuerda que aunque igual no tienen narcopisos y menos episodios de violencia que en otras callejuelas del Raval, «a menudo vivimos las derivadas y a veces somos los generadores del problema». Lo dice, por ejemplo, por el hecho de que muchos de los usuarios de los narcopisos son menores que están mendigando en las esquinas de la Rambla, adictos a la heroína.

El problema va mucho más allá. Los captadores de clubes cannábicos, que han proliferado gracias a su situación alegal y ante la inacción del gobierno municipal, tienen tomada la avenida y acosan a los turistas (y a muy pocos autóctonos) que pasean por la Rambla. La venta ambulante también se ha hecho hueco en una avenida en la que parece que toda actividad, legal o ilegal, tiene su espacio. «A la mínima que baja la presión policial, los tenemos por todos lados . No solo manteros: hay mucha gente de la Europa del Este que vende souvenirs mientras pasea», lamentan los comerciantes.

La delincuencia «es peor en calles secundarias», reconocen. Eso no quita que los asaltos, que han ido a más en toda la ciudad, también aparezcan en la Rambla: los grupos que roban relojes están presentes y algún que otro drogadicto delinque a la desesperada en busca de dinero para consumir. «La semana pasada reventaron los cristales de una cafetería cerca del Palau Moja. Todo por robar la caja, 200 euros», relata Vilar.

Al capítulo de problemáticas se le ha sumado la cada vez más agresiva guerra de los lateros , que por la noche compiten por tener el control del espacio, a veces incluso llegando a las manos. O la prostitución, cuyas consecuencias no suelen ir más allá de la intimidación y la increpación verbal, pero no dejan de ser un incordio para quienes solo quieren pasear.

Más mano dura

Para Amics de la Rambla, parte de la solución está clara: aplicar la ordenanza de civismo. «Conseguiríamos ordenar la actividad ilegal y no reglada y la impunidad que existe a día de hoy al ocupar la vía pública», añade Vilar. Incrementar la presencia policial y un discurso más claro contra las ilegalidades ayudarían a resolver la situación, consideran los vecinos. Al final, «esto es una bomba de relojería que si no lo ordena el Ayuntamiento, lo acabarán haciendo ellos. Y ellos gobiernan con sus leyes de la calle…».

Es en este escenario en el que Amics de La Rambla exige que el proyecto de transformación de la Rambla, que se empezó a repensar en mayo de 2015 y debía haberse presentado en junio, «tiene que llegar ya». «En el fondo, arreglar la Rambla es arreglar en buena parte Ciutat Vella. Hay que actuar ya» , claman los vecinos.

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