Sergi Doria

Pongamos de moda a Opisso

A falta de una placa en el edificio que habitó aquel gran dibujante, el mejor homenaje que podemos rendir a su arte es disfrutar de su obra

Sergi Doria
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En 1930, el periodista Àngel Pons i Guitart entrevistó a Opisso para el semanario «Imatges». El dibujante vivía en la calle Provenza 360 cuarto primera y lo primero que le dijo al reportero es que estaba desesperado por la moda de las faldas largas: hacía un año del crack del 29 y la gran depresión se transmitía a la indumentaria. Si triunfaba la falda larga -argüía Opisso- se le acababan las célebres pantorrillas que protagonizaron tantos dibujos en la Exposición de Barcelona.

Ricard Opisso i Sala (1880-1966) atesoraba un currículum que la posteridad no reconoció. De cuna tarraconense, entre los trece y los veintitrés años fue ayudante de Gaudí; frecuentó la peña de «Els Quatre Gats» y le hizo unos cuantos dibujos al primer Picasso.

Su primera exposición, en el Círcol Artístic de Sant Lluc, tuvo tanto éxito que Miquel Utrillo devino su mentor y marchante. Su gran capacidad de trabajo y las prioridades económicas le llevaron a las publicaciones humorísticas. Era tan capaz de dibujar para el «Cucut» -la revista satírica de la Lliga-, el «TBO» o el «Patufet», como para la «Esquella de la Torratxa» o el «psicalíptico» «Papitu»; bajo el seudónimo de Bigre tramaba escenas prostibularias de octanaje erótico. Su participación en el Salón de Humoristas de París situó sus viñetas en revistas francesas como «Le Rire», «Ruy Blas», «Frou Frou», «L’Indiscret», «La Vie en Rose»...

Opisso laboraba en su casa acompañado por un muñeco de pantalones arlequinados que podía ser cualquiera de sus caricaturas. Rodeado de interminables estanterías de libros, amenizaba sus días con el rumor de la guitarra española que tocaba su hijo Alfred... Hombre metódico, decía al periodista que la gente piensa que los dibujantes están todo el día de coña: «Somos como los payasos de circo. Muchos creen que siempre hemos de estar de broma y no entienden que el nuestro es un trabajo como cualquier otro. Hemos de ahogar las penas con un humor ficticio que, al fin y al cabo, es nuestro pan de cada día». Al poco de morir el dibujante, el empresario hotelero Jordi Clos, que ya recopilaba opissos desde los diecisiete años, tuvo ocasión de comprar las primeras piezas que irían engrosando su colección gráfica hasta culminar en 2007 con el fondo más importante del artista con sede en el hotel Astoria: más de doscientos cincuenta originales, entre dibujos, acuarelas y óleos complementados con documentación diversa y ediciones originales. Además de la exposición permanente, el Astoria irá desplegando muestras temáticas, como la que acaba de inaugurar sobre la mirada de Opisso sobre la moda.

A falta de una placa en el edificio que habitó aquel gran dibujante, el mejor homenaje que podemos rendir a su arte es disfrutar de su obra, tan variada como de impecable línea clara: desde sus compañeros de melena y chalina de la bohemia barcelonesa y parisina, a las chicas de vida alegre, pasando por la orteguiana «rebelión de las masas» -quizá su mejor retratista- y los lances futbolísticos. Va siendo hora de poner de moda a Opisso.

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