Miró, en su estudio parisino en 1939
Miró, en su estudio parisino en 1939 - EFE

Cuando Miró meditaba en el Majestic

El hotel conmemora los dos retornos del artista a Barcelona en 1932 y 1942

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Desde que Pascal Billard tomó las riendas del Majestic ha rendido homenaje a los personajes que ocuparon sus habitaciones: «Además de lujo, los hoteles han de tener alma», apunta. Después de revivir la estancia de Antonio Machado en 1938 y el ochenta aniversario del estreno en el teatro Principal de «Doña Rosita la soltera», cuando García Lorca se alojó cuatro meses -entre septiembre y la Navidad de 1935-, el Majestic conmemora el paso de Joan Miró por el hotel del paseo de Gracia.

En 1932, con su economía menguada por el crack del 29, Miró se refugia en Barcelona. Tertuliano habitual de La Punyalada, impulsa el ADLAN (Amics de l'Art Nou). Por su cercanía al restaurante, el Majestic deviene otro punto de encuentro del artista con su círculo más íntimo de amistades: el galerista Joan Prats, el fotógrafo Joaquim Gomis, el arquitecto Josep Lluís Sert, el escultor Eduardo Chillida y el crítico Rafael Santos Torroella.

Como explica Rosa María Malet, directora hasta hace poco de la Fundació Miró, el pintor «se relajaba a la hora de la 'migdiada' y se quedaba absorto contemplando el cuadro de Modest Urgell, al que consideraba su maestro». En aquella época, ese lienzo crepuscular colgaba en el vestíbulo y actualmente está expuesto en la escalera principal que conduce al primer piso y el comedor.

Tras otro paréntesis parisino y la guerra civil, Miró volvió a Barcelona en 1942, preocupado por la precaria salud de su madre. Se reencontró con su viejo amigo Gomis y conversó más de una vez con al bailarín Vicente Escudero. Para recrear ambos aniversarios, el chef Nandu Jubany, el enólogo Quim Vila, la galería Mayoral y el periodista Víctor Fernández han conjugado el arte mironiano con la gastronomía.

El año 1918, cuando el Majestic abrió sus puertas, Miró presentaba su primera exposición individual en las galerías Dalmau. Muchos años después de aquellas obras nacidas en su taller del pasaje del Crédito vendrían otras que reafirman el compromiso barcelonés de Miró: la Fundación, el mural del aeropuerto de Barcelona (1970), el mosaico del «Pla de l'Os» en la Rambla (1976) o la «Dona i Ocell» (1983) en el parque que lleva su nombre.

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