Carina Mejías

Barcelona debe hacerse respetar

Estamos ante un problema de seguridad, civismo y convivencia que no se va a solucionar atacando al turismo ni alimentando la «turismofobia»

CARINA MEJÍAS

Desde el año 1992, Barcelona ha dejado de ser solo una ciudad industrial, una capital administrativa y académica para añadir a su vida cotidiana la presencia de numerosos visitantes que por razones de ocio, cultura, trabajo, congresos, etc. la visitan.

Muy especialmente en verano, ya que a todas esas razones se suma la posibilidad de disfrutar del clima, el sol y la playa, condiciones que hacen de Barcelona una capital europea muy singular. En los últimos años, y como consecuencia de la inestabilidad y la inseguridad en otros destinos, Barcelona se ha convertido en uno de los lugares del mundo más demandados. Un hecho que no debería ser motivo de queja sino de toma de decisiones que hagan posible la buena convivencia entre vecinos y visitantes.

Debemos recordar que el turismo ha sido el mejor instrumento para la recuperación de barrios degradados, es vital para el comercio y la restauración, así como para generar actividad económica en empresas de servicios que animan la creación de empleo. Pero el turismo, además de producir actividades positivas, también ha generado una serie de externalidades negativas que hay que ordenar.

El 80% de los barceloneses considera el turismo bueno para la ciudad. Lo que no soportan es el uso y abuso que hacen los turistas del espacio público, concretamente, el mal comportamiento de aquellos que toman la ciudad al asalto sin que nadie les ponga límites. Barcelona debe hacerse respetar y quienes nos visitan deben cumplir con las normas de respeto a la ciudad y a los barceloneses.

Estamos ante un problema de seguridad, civismo y convivencia que no se va a solucionar atacando al turismo ni alimentando la «turismofobia». Un problema de autoridad pública que sin ningún complejo debe penalizar comportamientos incívicos y conductas groseras con la suficiente contundencia como para emitir el mensaje de que: «En Barcelona no todo vale»; y «quién la hace, la paga». Y a los vándalos que practican la «turismofobia», también.

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