El toro y la Reserva de la Biosfera

Desde la Asociación de criadores de toros bravos en las Tierras del Ebro están dispuestos a luchar por una tradición y a demostrar la importancia que históricamente ha tenido la cría del toro para mantener un espacio natural que desde 2013 tiene el honor de estar declarado por la Unesco como Reserva de la Biosfera.

El toro como garante de un espacio natural, la cría del toro como algo intrínsecamente ligado a esta tierra. Para ello, es necesario que el toro bravo se siga percibiendo como algo natural por la sociedad, y en esa tarea se trabaja en el impulso a dos proyectos de museificación, en la divulgación de los beneficios que aporta la cría de bravo a la Reserva de la Biosfera, y en una visible señalización de la ubicación de las ganaderías.

Como aval para estas actuaciones, los ganaderos catalanes no se quedan cortos en una argumentación histórica y cultural. Desde su implantación en el Delta, cuando a mediados del siglo XIX, tras la canalización, los toros fueron introducidos en zonas baldías para desbrozar la maleza y abonar la tierra; el toro bravo ha contribuido a conservar espacios naturales que hoy están declarados parques naturales como las Hoyas y las Zanjas, las Eres d'Horta de Sant Joan o el barranco de Lloret.

De las diez ganaderías de bravo que hay en Cataluña, nueve están ubicadas dentro la reserva de la biosfera, y el toro y las fiestas con el toro como protagonista están incluidas en el inventario cultural inmaterial de las Tierras del Ebro. En definitiva, los ganaderos concluyen que el que haya vacas bravas pastando de forma extensiva aporta biodiversidad tanto de flora como de fauna a los diferentes ecosistemas del clima mediterráneo.

Así ha sido, y así debería entenderse para seguir siendo.