Lorena Roldán - Tribuna Abierta

Socios encapuchados

Los mismos que se saltan las leyes en las calles son los que se saltan la legalidad en el Parlamento catalán

Estos días hemos asistido con preocupación a los últimos ataques violentos protagonizados por las juventudes de la CUP en Cataluña.

Encapuchados atacando autobuses turísticos, pinchando ruedas o sellando con silicona las puertas de varios negocios, son algunos de los actos vandálicos llevados a cabo por los «cachorros» de la CUP. Y fíjense que digo con preocupación y no con sorpresa, porque, a estas alturas de la película, a nadie se le escapa ya que la CUP es un grupo antisistema que ni es la primera vez que recurre a la violencia ni, nos tememos, será la última.

Y si esto de por sí ya es grave, más grave es aún pensar qué papel juega la CUP en ésta película de la que hablamos porque, lamentablemente, la CUP es la estrella protagonista. Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, en su «todo vale por la independencia», así lo han decidido, cediendo por completo ante la CUP, quedando secuestrados por los antisistema que deciden quién es presidente, en qué se gasta el presupuesto o cómo debe articularse el «procés».

Los mismos que se saltan las leyes en las calles son los que se saltan la legalidad en el Parlamento catalán. Son también los mismos que pretenden pisotear los derechos de la oposición y de la mayoría de catalanes que queremos seguir siendo catalanes, españoles y europeos. Estos, los socios de gobierno de Puigdemont, son los que asaltan autobuses y van encapuchados, son los que aplauden a Nicolás Maduro y no condenan su dictadura y miran hacía a otro lado ante el sufrimiento del pueblo venezolano.

Pero Puigdemont y los suyos ya no les convencen, incluso Benet Salellas, diputado autonómico de la CUP, ha lanzado un ultimátum a Junts pel Sí: o aprueban la famosa «ley de transitoriedad jurídica» o ellos irán por libre. Sus juventudes parece que ya han empezado.

Y es que ni siquiera la CUP se cree el cuento del 1-O: no hay urnas, no hay decreto, no hay junta electoral, ni cobertura legal, ni apoyo internacional. Estamos ante un fin de ciclo, cuya única salida digna pasa por convocar elecciones autonómicas, lo sabe Puigdemont, lo sabe Junqueras y ahora también lo sabe la CUP.

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