Murales divinos en el Monasterio de Pedralbes

La capilla de Sant Miquel reabre al público después de restaurar sus pinturas góticas

Vista general de los nuevos murales de la capilla de Sant Miquel Abc

María Güell

El Real Monasterio de Pedralbes es una joya gótica poco conocida que bien vale una visita, tanto para los turistas como para los barceloneses. Las hermanas clarisas, que se cuentan con los dedos de las dos manos, brillan por su discreción pero este fin de semana abren al público la Capilla de Sant Miquel, una joya que algunos se atreven a bautizar como la Capilla Sixtina catalana.

Tras trece largos años de restauración, la capilla que encargó la Abadesa Francesca Saportella, sobrina de Elisenda de Montcada, a Ferrer Bassa, pintor de rey y de la corte, vuelve a brillar en todo su esplendor. Este espacio único es un lugar de recogimiento. «Hay que imaginar la capilla iluminada con velas que aumentaban el brillo del estaño y plata que lucen los personajes en su vestidos y los santos en sus aureolas», coinciden todos los responsables de la restauración.

Dos contratos. Existen dos contratos, uno de 1343 y otro de 1346, firmados por la abadesa con el taller de Ferrer Bassa pero es muy difícil saber quiénes fueron los artífices de esta joya del gótico catalán. «Estos murales transmiten emociones, esa es la calve de su atractivo –apunta la restauradora Lídia Font que ha dirigido a un equipo de setenta personas-. Estas pinturas son fundamentales para entender el paso del gótico al renacimiento. Antes las figuras eran hieráticas y los fondos planos pero aquí vemos perspectiva y escenarios tridimensionales».

Patologías invisibles

«Las principales patologías son las que no son visibles –añade Font-. Hoy en día en las restauraciones se intenta dejar evidencia del paso del tiempo y así lo hemos hecho. Esta estancia fue durante un tiempo el archivo del Monasterio y no hemos querido ocultar las señales que dejaron las estanterías». Otro dato importante de los avances de las técnicas de restauración es que todos los materiales que se utilizan deben ser inocuos para la obra lo que requiere un esfuerzo adicional.

El trabajo ha sido muy minucioso. «En todos estos años ha colaborado mucha gente, hablamos de setenta personas de diferentes lugares como los expertos de la catedral de Toledo donde hay una capilla similar o especialistas italianos, franceses o alemanes».

La Capilla de Sant Miquel era un espacio para la meditación y sus pinturas debían tocar el alma de la abadesa para sus oraciones. La temática recoge los gozos de la Madre de Dios y las historias de la pasión de Cristo. Una exposición en la Sala Capitular aporta información de cada una de sus pinturas. El Monasterio cierra sus puertas los lunes.

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