Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Yo, el impune

«Carles Puigdemont -decía- brinda un excelente ejemplo del hedonismo. ¿El objetivo? Conseguir para sí mismo lo útil y lo placentero»

Carles Puigdemont brinda un excelente ejemplo de lo que el filósofo y psicólogo William James denominó hedonismo psicológico. En Principios de psicología (1890), el pensador norteamericano habla del hedonismo psicológico propio de aquellas personas únicamente preocupadas por la búsqueda incesante del placer que satisfaga los deseos del ego.

Un hedonismo psicológico que nuestro autor relaciona u opone -según sea la realidad- a un hedonismo ético que acepta como criterio de moralidad las consecuencias del placer o el dolor de un acto. El detalle: el hedonismo ético está generalmente asociado a una teleología, o bien superior que cumplir, o causa final. Finalmente, conviene señalar que el hedonismo -psicológico o ético- puede ser la expresión del egoísmo. De ahí, surge la doctrina del cálculo hedónico según la cual la acción del individuo -o de un grupo- está en función de lo útil o lo placentero.

Carles Puigdemont -decía- brinda un excelente ejemplo del hedonismo. ¿El objetivo? Conseguir para sí mismo lo útil y lo placentero. Por ejemplo: desprestigiar a España, no caer en el olvido, imponer su criterio y sus efectivos en el PDECat marginando o desahuciando a los críticos, marcar perfil político e ideológico, ganar cuota en el mercado electoral, difuminar la imagen de sus competidores con especial atención a Oriol Junqueras, presentarse como el representante de la República Catalana (?) en la Unión Europea y satisfacer las exigencias de su ego.

Para ello -surge el cálculo hedónico-, Carles Puigdemont, después de un ejercició de coste y beneficio, procede a depurar al PDECat con la inestimable ayuda de su guardia de corps y la debilidad de su (?) partido, se autoproclama candidato a las elecciones europeas, apuesta por el personalismo extremo, se apunta a la fanfarronada y desafía al Estado. Y, por si fuera poco, se considera invulnerable. Yo, el inmune. Todo ello desde Waterloo. Yo, el impune. Mientras, Cataluña esta al borde del abismo y sigue su camino por la senda de la irrelevancia.

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