Jaume Collboni - Tribuna Abierta

Colau, en números rojos

Su gobierno calculó los ingresos sin un principio de realidad y prudencia, prometiendo un gasto en inversiones que no es asumible

La pieza clave para convertir en realidad las políticas públicas de un ayuntamiento son los presupuestos, donde se limitan los gastos a realizar y se prevén los ingresos con los que hacer frente a dichos gastos. Siempre, en Barcelona, se han gestionado las cuentas con el máximo rigor. El problema aparece cuando la previsión de ingresos está mal hecha o cuando hay una voluntad política de gastar más de lo que se ingresa o se puede ingresar saltándose las leyes que fijan los márgenes de gasto. Por tradición, el Ayuntamiento de Barcelona ha mantenido políticas económicas muy prudentes que lo han convertido en un municipio saneado a diferencia, por ejemplo, del de Madrid, que en la etapa de Ruiz-Gallardón aplicó una política brutalmente expansiva que lo dejó al borde de la quiebra.

Entonces, ¿por qué no le salen las cuentas a Barcelona? Pues porque el gobierno de Colau calculó los ingresos sin un principio de realidad y prudencia, prometiendo un gasto en inversiones que no es asumible. Resulta increíble que, con un presupuesto que entró en vigor el 3 de marzo, ya se estén reclamando a las diferentes áreas y a los distritos que recorten en un 5 % el gasto corriente. Que ocurra esto es un error técnico que no está exento de responsabilidad política. Todos los argumentos que se han utilizado para justificar esta situación son perfectamente previsibles, lo que anula la posibilidad de la sorpresa. La bajada del IBI y de las plusvalías o las teóricas (por indefinidas) deudas de la Generalitat y del Gobierno, deberían constituir una contingencia económica sujeta a un cálculo preciso que bajo ningún concepto afectara a compromisos firmes de inversión asumidos ante la ciudadanía.

Barcelona en Comú ha criticado con extrema dureza la gestión de algunas inversiones realizadas en periodos anteriores, a menudo por cuestiones procedimentales. Ahora lo sufren en su propia piel.

Para gestionar la administración hace falta algo más que mera ideología. Para empezar, profesionalidad y realismo político. No se puede construir vivienda para alquilar porque fácilmente se supera el techo permitido de endeudamiento público y nadie quiere que la administración se convierta en una inmobiliaria. Probablemente, hay que pactar programas de actuación con el sector privado; y para eso hace falta pragmatismo y la claridad de ideas necesaria para no perder los objetivos propios.

Al Ayuntamiento de Barcelona no le salen los números, Colau está en números rojos, porque más que gestionar, lo que realmente le gusta es marcar doctrina y eso solo tiene sentido cuando se hace oposición.

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