Burla

Para el separatismo catalán, el pasado fin de semana fue una fiesta. Por fin, el Estado da un paso que permite la victimización -más victimización- del independentismo.

Resulta -como ya sabrán: la propaganda nacionalista, así como las terminales mediáticas asociadas, han sacado toda la orquesta para publicitar el evento- que el Estado ha decidido controlar semanalmente los recursos del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) para evitar que se usen en la organización de un referéndum ilegal. Oigan, un escándalo. Que si estamos intervenidos, que si lo mismo hacía Franco cuando pedía los certificados de buena conducta, que si se amenaza a los funcionarios, que si nos denunciarán por comprar un paquete de folios, que si retienen nuestros propios impuestos, que si el ahogo de Cataluña, que si la supresión de facto de la autonomía.

Y Carles Puigdemont que sale a escena y se luce con seis tuits históricos en los que, en la escuela Trump, reclama que el Estado devuelva el dinero de los catalanes que ha servido para sufragar la guerra sucia, indemnizar el fiasco del proyecto Castor o rescatar los bancos y las autopistas radiales de Madrid. Remata: que nos devuelvan «los intereses que hemos pagado para que nos presten nuestro propio dinero».

Y en esta noche -como dice la filósofa italiana- «me siento contento porque ha aparecido lo que esperaba. Fiesta, que fantástica, fantástica esta fiesta». El separatismo catalán sigue engañando a su parroquia. El FLA siempre se ha controlado mensualmente en Cataluña y en todas las autonomías. Cataluña ni está intervenida ni está siendo ahogada: desde 2012 ha recibido 63.000 millones de euros -el 30 por ciento del total- a un interés bajo o nulo y es probable que no devuelva un préstamo que de hecho es una subvención a fondo perdido.

Por cierto, ¿con qué dinero se pagó el rescate -casi 13.000 mil millones de euros- de Catalunya Caixa? Vuelvo al FLA. El Estado de derecho no quiere ser burlado. Y por eso controla -experiencia obliga- a los burladores.