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La sequía reduce un 60% la producción hidroeléctrica en Castilla y León

Las centrales de Ibredrola y Gas Natural Fenosa han generado 2.739,95 gigavatios frente a los más de 6.874 de 2016

Central de producción hidroeléctrica en la provincia de Burgos F.Blanco

I.JIMENO

Tampoco está siendo un buen año para las eléctricas en Castilla y León. Si año de nieves, año de bienes; este 2017 de sequía se ha tornado en lo contrario, y las turbinas de sus centrales hidroeléctricas no se mueven como deberían. Tras un 2016 bondadoso en agua que disparó la producción de energía merced a la fuerza del líquido elemento, la escasez de los embalses no sólo tiene negativas consecuencias en el perjudicado campo, sino también en esta actividad. Tanto, que la producción de las centrales hidroeléctricas que «beben» de las aguas que surcan Castilla y León -el Duero es la principal cuenca, ya que prácticamente domina la Comunidad- han visto caer producción un 60 por ciento en el primer semestre si se compara con el mismo periodo de 2016.

Cierto es que ése fue un año extraordinario en precipitaciones y muy húmedo en sus inicios, pero la comparativa de los datos es más que elocuente. Frente a los 6.874,67 gigavatios/hora (GWh) suministrados a la red entre enero y junio del pasado ejercicio por Iberdrola y Gas Natural Fenosa -las principales eléctricas- los casi 2.740 en el mismo espacio de tiempo de éste. Ni siquiera la comparación con 2015, que en general fue también un año seco, sirve de consuelo. La merma supera el 32 por ciento, más de 1.300 GWh menos en el primer semestre.

En las centrales hidroeléctricas de Iberdrola (mayoritaria en generación de esta renovable en Castilla y León) la producción se ha quedado en 2.656,2 gigavatios a la hora, cuando en 2016 alcanzó los 6.719,2. Una diferencia de 4.063,2, lo que supone que la producción hidráulica ha caído un 60,5 por ciento. Y un tercio menos que en 2015 han producido en el primer semestre, cuando superaron ligeramente los 3.959.

Notables son las diferencias en la provincia de Zamora, donde se encuentran embalses y centrales importantes como el de Ricobayo, que de producir más 2.142,2 GWh en 2016 y 1.251,6 en 2015 ha pasado a quedarse sólo en 516. Y en Salamanca, donde se ubican saltos como los de Saucelle o Aldeadávila, también se ha descendido a menos de la mitad en comparación con un año atrás. Frente a los más de 4.470 gigavatios producidos entonces, a los poco más de 2.107 de este 2017 seco, también por debajo de los 2.626 del 2015 escaso en agua. En el resto de provincias en las que Iberdrola tiene actividad hidroeléctrica, a niveles muy inferiores, la eléctrica también ha visto caer de forma notable la producción. Como ejemplo, Palencia, que de los 64,1 GWh producidos en 2015 ó los 85,3 de 2016 se ha quedado en 22,8.

Alivio del Tajo

En la decena que son propiedad de Gas Natural Fenosa, con presencia especialmente en Ávila, León y Segovia, la actividad también ha bajado considerablemente. Y eso a pesar de que las dos centrales en la provincia de Ávila que tiene en la cuenca del Tajo han mantenido bien el tipo gracias a que el arranque de 2017 fue «relativamente bueno» y con «altas aportaciones incluso llegando a situaciones de vertidos en las presas», según la empresa. Tanto en la del Burguillo como en Puente Nuevo, los niveles de producción han sido similares e incluso superiores en la segunda. Pero en las ocho del Duero la actividad ha caído notablemente. Por ejemplo, en Barrios de Luna (León), la más grande, de más de 51,3 GWh a 16,4.

La situación contrasta con la de 2016, cuando Castilla y León fue líder en producción hidroeléctrica. También en 2015 se situó a la cabeza nacional. Acapara el 26% de la potencia nacional instalada (4.398 megavatios).

Y el panorama de la situación de los embalse en la estación seca del año no invita al optimismo al menos hasta el otoño. El de Almendra, a caballo entre las provincias de Salamanca y Zamora, el más grande de Castilla y León, está al 41% de su capacidad. Tiene almacenados 1.081 hectómetros cúbicos de agua de los 2.586 que caben, frente a los 2.362 (91,34%) que tenía hace un año y los 2.082 del la media de los últimos diez años. En el de zamorano de Ricobayo, la situación es aún peor. Con el vaso lleno a poco más del 18% su capacidad, únicamente tiene 220 hectómetros cúbicos de líquido en él de los 1.200 que caben. Cifra lejana a los 764 de esta época en 2016 (66,17%).

En los que gestiona la Cuenca del Duero, la situación no es más halagüeña, pues ese encuentran al 30,1% de sus posibilidades, cuando hace un año tenían más de dos tercios.

Año «seco»

Detrás de estas exiguas cifras, las rácanas precipitaciones registradas ya desde el pasado verano. Un estío de por sí seco lo fue aún más, seguido de un otoño que acumuló un «déficit» de agua en torno al 25%, con la zona de Tierra de Campos como la que menos lluvia registró. Tampoco el invierno, «escaso» en número de días de precipitación, contribuyó a aliviar la situación, acumulando un «déficit» del 25% y valores de entre 70 y 170 litros por metro cuadrado frente a los 180 a 310 de anterior. Y tampoco la primavera cumplió con su habitual humedad. El «déficit» hídrico fue aún mayor, un 35%, y unos ocho días menos de lluvia de los habitual, según reconoce la Agencia Estatal de Meteorología. Únicamente junio rompió la tendencia, llegando a ser húmedo, aunque «no» de forma homogénea. Como ejemplo de sequía, Villanubla (Valladolid), con el registro de precipitaciones «más bajo» de que se disponen registros, rebajando en 11 litros por metro cuadrado el anterior suelo, del año 1888-1989.

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