Salvador Rus Rufino - Opinión

Nuevos y viejos retos

«Ser receptor, integrador e innovador son tres rasgos que definen al buen docente»

Cualquier comienzo está lleno de esperanzas y excelentes propósitos. El inicio de un camino es siempre ilusionante y llena de alegría. Después de un largo verano, tras el paréntesis estival, comienza un nuevo curso con nuevos y viejos retos, con nuevos y viejos problemas, con nuevas y viejas expectativas. Esta combinación de lo nuevo con lo viejo define el sentido de la educación. Conjugar lo mejor del pasado, de la herencia recibida, actualizar los conocimientos y materias a impartir y proyectar en el futuro una formación que exige una renovación continua y una innovación permanente.

Los tres tiempos vitales presente, pasado y futuro se presentifican en la tarea del educador. Un docente debe ser receptor, integrador e innovador. Debe recibir del pasado todo aquello que sea valioso. Es decir, la tradición, aquello que ha servido, sirve y servirá para formar a ciudadanos responsables y comprometidos con su comunidad política. Ese valioso legado debe ser adaptado, actualizado e integrado en las preocupaciones, formas de vida, mentalidad y actitudes de los alumnos a los que tiene la responsabilidad de educar, formar y convertir en personas que asuman en el futuro la exigencia de sacar adelante la sociedad. La actualización de los métodos y los contenidos de las enseñanzas se justifica sólo si esa innovación contribuye a mejorar la formación integral de los estudiantes.

Finalmente, el docente debe proyectar los contenidos de la enseñanza en el futuro, estar atento a los cambios que se van produciendo en el entorno, en las ciencias, las técnicas, las humanidades, etc. y tomar de todo ese conjunto de novedades, aquellas que sean permitentes para mejorar la vida y la educación de los alumnos.

Ser receptor, ser integrador y ser innovador son tres rasgos que definen al buen docente, el que asume la delicada tarea de sembrar en la inteligencia de los estudiantes la inquietud por aprender y conocer, el que asume la obligación de conducir a los estudiantes por caminos difíciles y complicados que conducen con esfuerzo y entrega personal a la meta que es el saber, la formación y el convertirse en ciudadanos buenos y comprometidos. Para recibir hay que estar abierto y ser humilde; para integrar es necesario tener una visión amplia de los problemas y saber discernir entre todas las posibilidades y opciones aquello que es mejor y más conveniente para la formación de los alumnos; para innovar hay que mirar el futuro con optimismo y desarrollar nuevos métodos, exponer nuevos contenidos que sean adecuados al mundo de preocupaciones de los estudiantes enlazando el futuro con el presente y fundamentándose en el pasado. Si falta uno de los tres momentos temporales en los que transcurren nuestras vidas la educación y la formación quedarán incompletas, porque educar es enseñar a vivir la maravillosa aventura de la existencia humana en plenitud.

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