Cultura

«Los políticos son nada más que notas al pie de las biografías de los escritores»

El premio Cervantes Sergio Ramírez, protagonista de las jornadas «Vino y literatura» organizadas por Matarromera

Sergio Ramírez y Carlos Moro. este pasado domingo en las Bodegas Emina, en Valbuena de Duero ABC

GUILLERMO GARABITO

Venir desde Centroamérica a recoger un Premio Cervantes no tiene nada de turístico. Lo cuenta «Tulita», la esposa del flamante galardonado Sergio Ramírez mientras el autor se dedica a firmar ejemplares. «Han sido todo el día recepciones y reuniones. Sólo el sábado pudimos ir a visitar el Museo del Prado y estábamos tremendamente cansados». Por ese motivo, ayer domingo, Carlos Moro -presidente de Bodegas Familiares Matarromera-, ejerció de embajador de esta tierra y del tesoro de Castilla y León, que es el vino. A través de la iniciativa del bodeguero -su importante relación con Nicaragua- y del ciclo «Vino y Literatura», llegó hasta la «milla de oro» de Ribera del Duero el autor de «Adiós muchachos». «Había estado en Valladolid hace cuatro o cinco años, en unas conferencias de la Universidad, pero nunca entre viñas. No conocía la belleza de estos lugares».

La ubicación exacta era la Bodega Emina, en Valbuena de Duero. Durante la visita guiada el escritor, se interesó por los orígenes del Monasterio cercano y la elaboración del vino. «Los monjes tenían permitido beber una hemina de vino, que más o menos es lo que recomienda la OMS ahora», bromeó Moro con los invitados.

«Una maravilla de idioma»

Y allí, entre viñedos y pámpanos sin racimo, el Cervantes hablo de su última obra -«Ya nadie llora por mí»-; habló de la Nicaragua actual y de ese idioma que une a todos los hispanohablantes. «Hay muchos españoles, pero siguen siendo uno sólo». Un idioma que, según Ramírez, «es una maravilla» con términos como «Cabanga» -que aquí es nostalgia o tristeza por la lejanía y que los portugueses le dicen «saudade»-.

El autor se puso lírico como en la novela para analizar la realidad de su país. Escribe en esta última obra «y el bosque comenzó a moverse». Y eso precisamente, explica, es lo que está ocurriendo en Nicaragua. Cuando se le pregunta por la situación se adelanta su mujer en la respuesta. «Esperemos que todo esto sirva para traer más democracia», señala «Tulita». «Eso, precisamente», secunda el novelista. «Yo comparto que en Nicaragua, a través de movimientos cívicos, se abran las puertas de la democracia, porque ha sido confiscada», afirma. Ramírez habla confiado, como el verso de Rubén Darío: «cómo son las tormentas de inconstantes…».

«Logremos, por medios pacíficos, abrir el sistema electoral, destronar a los corruptos, poner a gente confiable que cuente los votos. Darle alternancia democrática al país. ¡Acabar con el acaparamiento del poder! Y yo creo que eso se puede hacer por medios civiles. Porque pensar en una nueva guerra… Eso ya lo probamos y no resultó», arguye.

Sobre su futuro. el escritor lo tiene claro. «Yo en mi caso quisiera ser recordado en la historia de mi país como escritor, porque los políticos muchas veces son nada más notas al pie en las biografías de los escritores».

Y en la de España, tras recibir el Premio Cervantes, porque igual que el poeta y su soneto, se vuelve hoy a Managua con la certeza de que «…Cervantes /es buen amigo».

Quizá porque, concluye el centroamericano, «me parece que la trascendencia está en la literatura, heredar la cultura. Ser recordado por libros, más que por hechos políticos».

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