Ignacio Miranda - Por mi vereda

De oratoria, mejor no hablar

«Surgen portavoces a los que la Providencia negó todo atisbo de verbo fluido y agilidad mental»

Ignacio Miranda
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Darío Villanueva, director de la Real Academia Española (RAE), recibió el jueves en Valladolid la medalla de oro de las Cortes de Castilla y León a la citada institución por su defensa del idioma. En una entrevista concedida a este diario, el ex rector de la Universidad de Santiago reconoce que sigue habiendo buenos parlamentarios, aunque al escuchar a otros «uno piensa que este señor no tiene un buen día a la hora de expresarse». Peca de generoso en su aseveración, sin duda, porque el declive de nuestra clase política se refleja a la perfección en su oratoria.

Resulta harto complicado para tantos sucesores de Castelar, que a muchos ni les suena, tener una buena jornada en términos dialécticos cuando concluye una legislatura tras otra sin formular una pregunta o tomar la palabra en una intervención.

El fenómeno lastra la comunicación con los ciudadanos, conlleva un adocenamiento retórico en las cámaras -nada que ver con el nivel de elocuencia la Transición- y favorece un lenguaje pobre, un discurso burocrático sin alma ni contenido. Otra consecuencia de la partitocracia al apostar por perfiles bajos, por espíritus dóciles, gregarios, que forman un politburó de pensamiento monolítico y romo. Ya saben que quien se mueve no sale en la foto.

Ahora constatamos los efectos del predominio de la imagen. Así, surgen portavoces a los que la Providencia negó todo atisbo de verbo fluido y agilidad mental, pero obsequió con una sonrisa profidén o un rostro agradable. Algunos leen con dificultades, carecen de entonación, pero tampoco pueden desarrollar un guión improvisado, hilvanar cuatros frases o salirse del mantra de mensajes cortos preparados por sus asesores. Hablan sin decir nada, incapaces de cambiar de registros. La telegenia gana entonces a la palabra con un triste balance: perdemos todos, no sólo la democracia.

Ver los comentarios