Artes&Letras

Nueva mirada a las «Viejas historias»

El fotógrafo José Manuel Navia actualiza en imágenes la Castilla contada por Miguel Delibes en una de sus obras predilectas, ya ilustrada por Masats en los 60

Trinidad, Cristina y Victoria, de Tordehumos (Valladolid), en una de las fotografías recientes que ilustran «Castilla», de Delibes NAVIA

C. MONJE

«En este breve relato resumo todo mi amor por la naturaleza y por la región donde he nacido y vivo, Castilla, país de agricultura pobre y hombres duros y resistentes», decía Miguel Delibes sobre sus Viejas historias de Castilla la Vieja en las anotaciones de Mi mundo y el mundo (1969). Su apego a la tierra y la defensa de la dignidad de sus gentes no le impidieron plasmar en esa obra el lado menos amable de la realidad del momento: «el campo y los pueblos castellanos han progresado muy poco en los cien últimos años». Tampoco desistió en la denuncia sobre la situación del campo, en su particular pulso con la censura de los años 60 del siglo pasado: «Las ratas y Viejas historias de Castilla la Vieja son la consecuencia inmediata de un amordazamiento como periodista. Es decir, que cuando a mí no me dejan hablar en los periódicos, hablo en las novelas», le contaba a César Alonso de los Ríos en sus Conversaciones.

Las Viejas historias de Castilla la Vieja han tenido muchas vidas, y han adoptado distintas formas y hasta distintos nombres desde que fueron publicadas por primera vez en 1960 bajo el título abreviado de Castilla, en una edición limitada con grabados de Jaume Pla. En 1964 Lumen las rescató para su colección Palabra e Imagen con fotografías de Ramón Masats, y el texto exento apareció en el segundo volumen de la Obra completa de Delibes dos años después. Tras varias ediciones de bolsillo en Alianza o Lumen, la editorial palentina Menoscuarto lo incluyó en su recopilación Viejas historias y cuentos completos (2006), y La Fábrica lo volvió a editar en 2010 con imágenes de Masats, seis de ellas inéditas. Ahora, el sello navarro Ken lo recupera con su primer título, Castilla, y fotografías de José Manuel Navia.

Palomar en Frómista (1995) NAVIA

Miguel Delibes nunca ocultó su predilección por esta obra, una «novela corta rural, donde la acción camina a lomos de los cangrejos, los perdigones, las avutardas y el matacán», singular dentro de su producción por su génesis, ya que la escribió a petición de Jaume Pla para acompañar a unos grabados suyos. «Me cautivaron por su finura y expresividad. Y desde este pedestal, levanté una bonita serie de historias en mi mejor castellano», escribe Delibes para el tercer tomo de la segunda edición de sus Obras completas (2008). «Es la primera vez que yo he llegado a la naturaleza a través de un artificio -la obra de otro artista- lo que quiere decir que los grabados de Pla sobre Castilla son persuasivos y convincentes. No fue, pues, Pla quien ilustró mis textos, sino mis textos los que ilustraron los grabados de Pla», había explicado en la primera edición de su Obra completa.

«Delibes habla de un mundo que empieza a agonizar, yo lo he fotografiado en una fase aguda de decadencia»

Sí asumió el papel de ilustrador del texto Ramón Masats, quien acompañó al escritor por Tierra de Campos para conocer los parajes que inspiraron las Viejas historias. En ese primer viaje no hizo fotos, recordaba Masats en la inauguración de su exposición «La memoria construida», en la sala de San Benito de Valladolid, en junio de 2003, pero volvió con su cámara para poner imágenes a la edición de Lumen de 1964.

El formato cuadrado y la encuadernación en tapa dura de esa edición y de la realizada después por La Fábrica dan paso ahora a un libro de dimensión convencional y tapa flexible, concebido «para leer», frente a los precedentes, pensados «para ver encima de una mesa», explica el responsable de la editorial Ken, Luis Garbayo . En la nueva versión de las Viejas historias, titulada de nuevo Castilla, el blanco y negro de los grabados de Jaume Pla y de las fotografías de Masats da paso al color de las imágenes de Navia, con las que se ha querido crear «otra mirada, más contemporánea» a la Castilla de Delibes.

José Manuel Navia también quería «hacer algo completamente distinto y visto desde ahora», pero con el reconocimiento expreso a Ramón Masats y a Ignacio Bustamante, ingeniero agrónomo vallisoletano con el que ha recorrido Castilla y que le ha enseñado «a amar Castilla».

Como en otros proyectos fotográficos de Navia, en el libro conviven -en igualdad numérica- imágenes de archivo con otras recientes. Desde una de las fotos que anuncian su salto definitivo al color, tomada en Madrigal de las Altas Torres en 1982, pasando por una serie de los años 90, realizada para un trabajo compartido con Gustavo Martín Garzo, hasta las tomadas en otoño de 2016 a raíz del encargo editorial.

Como en otros proyectos suyos, Navia mezcla imágenes de archivo con fotografías recientes, de 2016

Pese a los avances lógicos, el panorama que se ha encontrado no es más halagüeño que el del tiempo recreado por Delibes. «Las fotografías de Masats para el libro son maravillosas, trabajó cuando la vieja Castilla empezaba a morir, en los 60, la década más brutal de la despoblación rural. Delibes habla de un mundo que empieza a agonizar, yo he fotografiado un mundo que está en una fase muy aguda de su decadencia. Ramón fotografía un tipo de arquitectura e interiores de las casas de lo que yo ya solo encuentro pequeños vestigios», explica Navia.

Las Viejas historias de Castilla la Vieja terminan con el regreso de Isidoro, el emigrante que tras 48 años en América comprueba que no ha llegado la maquinaria agrícola a su pueblo y apenas ve más cambio que el riego asfáltico en un camino («Todo estaba tal y como lo dejé, con el polvillo de la última trilla agarrado aún a los muros de adobe de las casas y a las bardas de los corrales»). La Castilla revisitada por Navia ha avanzado tecnológicamente, pero se ha despoblado. «Con la maquinaria, para trabajar la tierra ahora hace falta muy poca gente, los pueblos se han convertido en colonias de veraneo, han perdido casi todo su tejido. Se ha perdido un modo de vida», lamenta.

Los grupos retratados por Masats son sustituidos ahora por imágenes en las que nunca aparecen más de tres personas juntas : «Castilla es un mundo de soledades, de personajes aislados. En los 60 aún no había llegado la televisión al mundo campesino que fotografió Ramón, después ha sido un factor tremendo de aislamiento, porque ha acabado con las reuniones, como pasa ahora con las redes sociales. Cada vez se encuentran menos grupos, quería transmitir esa idea de personas aisladas, de pequeñas soledades».

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