Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Judas era vasco

«El Congreso se ha convertido en ese lugar donde los diputados van gratis al psicólogo, a contar allí sus penas. Y Pedro Sánchez a pedir que por favor le hagan presidente»

Guillermo Garabito

Lo peor de la moción de censura de ayer en el Congreso fue la dimisión de Zidane. Ya lo dijo Gautier: «Es imposible que, dentro de un edificio construido con tan mala arquitectura, se pueda hacer ninguna cosa buena». Y el gobierno que va a salir de ahí esta tarde, el «Gobierno Frankenstein», sólo vendrá a darle la razón.

El Congreso se ha convertido en ese lugar donde los diputados van gratis al psicólogo, a contar allí sus penas. Y Pedro Sánchez a pedir que por favor le hagan presidente; la forma y el coste es lo de menos. Incluso se llevó a sus padres y a su hermano, como para que nadie se atreviera a decirle que no. Y con el PNV se ve que le funcionó la jugada. Sánchez aprovechó el sopor generalizado de su discurso para convertirse en presidente del Gobierno, a falta de que le confirmen hoy.

Los de Castilla y León, en Madrid, pintamos siempre poco. Solemos ir de meros espectadores. Tenemos, como mucho, una vicepresidenta del Gobierno a la que no la dejan ser y algún que otro interés en ver que queda de lo nuestro... Si Pablo Iglesias nos convierte en nación y los nuevos nos ponen algún AVE más. Para pintar algo en estos asuntos, como mínimo, hay que ser de Bilbao. Los pueblos vacíos de por aquí no cambian gobiernos y mucho menos consiguen 540 millones en los Presupuestos del Estado. La lealtad a la democracia y la elegancia de pasar inadvertido no sirve para nada en Madrid. Madrid, a diferencia de Roma, sólo paga traidores. Entre tanto España, a este paso, cambiará más de presidente que el Madrid de entrenador. Con un beso y quinientos millones en la bolsa se deshizo bíblicamente el PNV de Rajoy.

Escribió Julio Camba hace más de cien años sobre los debates parlamentarios: «son un espectáculo un poco caro, pero sumamente entretenido». En lo único que se parecen los de ahora a los de entonces es que siguen siendo caros. ¡Mucho más!

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