Enrique Rivero - Tribuna

Desde el pupitre de atrás

«La banda no se puso de acuerdo a la hora de repartirse el botín, y su líder aspira ahora a privar a la democracia española de un parlamento plural intentando recuperar el bipartidismo de antaño»

EFE

El diseño del hemiciclo del Congreso de los Diputados distribuye los 350 escaños (se dice pronto) formando un semicírculo de gradas cuya extensión se va incrementando a medida que se asciende. Muchos visitantes manifiestan cierta sorpresa al acceder por primera vez al interior, dado que visto desde abajo parece más pequeño de lo que realmente es.

Esta impresión se debe al reducido espacio central, apto apenas para una mesa de madera alrededor de la cual se van turnando las doce taquígrafas del Congreso, responsables de dejar constancia de las sesiones mediante la agotadora tarea de recoger las intervenciones en periodos de cinco minutos, tras los cuales emplean cerca de una hora en traducir lo transcrito (labor que me produce una admiración y un respeto extraordinarios).

Sin embargo, a medida que uno asciende por los pasillos centrales ese espacio reducido donde los primeros espadas de la política española debaten casi codo con codo se va ensanchando, y la panorámica va creciendo hasta llegar a las dos últimas gradas, conocidas coloquial y popularmente como el gallinero del Congreso. Aunque yo prefiero pensar en ellas como el pupitre de atrás.

Evidentemente, a todos los diputados de Ciudadanos nos gustaría estar situados lo más cerca posible de la primera bancada de la sala, el banco azul corrido del gobierno donde aspiramos en definitiva a hacer llegar nuestro proyecto y a nuestros candidatos, con Albert Rivera a la cabeza. Pero como sería imposible situarnos a todos así, no está de más consolarse pensando que la distancia a la tribuna de oradores nos proporciona una mayor perspectiva de todo lo que sucede, necesaria en el caso de los recién llegados para ir aprendiendo y tomando conciencia del funcionamiento de la cámara.

El hemiciclo se distribuye también por grupos parlamentarios, como es sabido, y en esta legislatura a los diputados de Ciudadanos se nos ha asignado un espacio intermedio entre la derecha tradicional y un centro geométrico, que no político, hecho de una amalgama de distintas procedencias. Un espacio que en los tiempos boyantes del bipartidismo hubiera correspondido a otras fuerzas hoy mermadas por la consolidación de un proyecto venido de la sociedad civil y no de los laboratorios de los partidos.

Pues bien, desde esa perspectiva del pupitre de atrás se apreciaron en mi opinión dos cuestiones claras durante la sesión de investidura definitivamente fallida del jueves pasado: la banda no se puso de acuerdo a la hora de repartirse el botín, y su líder aspira ahora a privar a la democracia española de un parlamento plural intentando recuperar el bipartidismo de antaño. Lo cual, por descontado, no estamos dispuestos a permitirle.

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