Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Los domingos al sol

«De mi infancia jugaría a imitarla. A ser mi padre y mi madre despeinados un fin de semana por la mañana, a querernos»

GUILLERMO GARABITO

De mi infancia jugaría a imitarla. A ser mi padre y mi madre despeinados un fin de semana por la mañana, a querernos. Jugar a la paciencia, como Manuel Alcántara jugaba «a todo lo que obliga / la impuesta profesión de ser humano…» Porque los hijos obligan.

¡La familia! Pero Coppola y Puzzo no vivían en nuestro tiempo, donde la familia es un asunto heteropatriarcal y casi, ya, antisistema. La familia es una cosa demodé, vintage y trasterrada. Una mafia, vamos. Lo pensaba ayer domingo viendo a la mía comer al completo. Las comidas de domingo son un reducto de la infancia. Cuando hay cocido y los rellenos salen bien. Comer, al aire de mi aire.

Observando la estampa cavilaba sobre las familias y las modas. En asuntos que cambian y mejoran. Y hay otros que empeoran. Pero la familia, los domingos al sol, es invencible. Ayer sólo quedaban rescoldos de sol tras los cristales cuando me dio por pensar en esa expresión de «llevar los pantalones», que yo se la he escuchado a mis abuelos. Y me jugaría los versos –que no tengo– a que ellos la escucharon antes de los suyos. «No sabe el mar que hoy es domingo»: Este mar del páramo que en las tardes con viento trae olas de secano. Castilla –y hablo de lo mío– es un matriarcado donde los hombres dicen... pero mandaban las mujeres. En realidad, de mis amigos Erasmus contrasté esta teoría. Castilla siempre abriendo al mundo.

Comenté con una amiga gallega el otro día que esta, la del matriarcado, también es su tierra. Y hace tiempo lo discutí con otra de Bilbao. Me falta Cataluña para darle plurinacionalidad a esta opinión mía. Pero la veo representativa.

Castilla es un matriarcado, donde casi siempre lo que digan las madres va a misa. España lo es. Tendría que ponerme para hablar de ello «sobre el pecho / un emblema de trapo y ser humilde, / para poder hablar de su paciencia…» Pero nadie es humilde cuando escribe de su madre; y yo lo hago.

“Desde mis veinticinco historias vengo” a hablar de lo mío, de esta es mi tierra. De mi tierra… y de su gente.

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