Contaminación

La vida pública se contamina hasta la asfixia con las excentricidades de Max Estrella, seguido de un más realista don Latino, que contraviniendo a Valle se encuentra en la calabozo de Estremera (en «Luces de bohemia», las cárceles las vista el poeta modernista). Dos iluminados, como Quijote y Sancho, que cuentan con dos millones de seguidores y los incalculables anti-sistema, que gozan de sus andanzas. Lo que en Valle fue un retrato distorsionado, Puigdemont y Junqueras lo convierten en una cansada pesadilla, que perturba la normalidad institucional con daños colaterales (a favor y en contra de partidos malgré lui) en las próximas citas electorales. Veremos si las de 2019 o se adelantan las generales por queme del español impasible.

El esperpento catalán deja otras lecciones sobre el sistema electoral (tema ampliamente debatido), la representación, y la obediencia debida y ciega, que elimina la libertad de conciencia de los que conforman un grupo parlamentario. Se trata de una cuestión grave que la disciplina de voto, coaccione a los diputados que les violenta el votar un desafuero que, en algunos casos, les conducirá a la cárcel en el caso catalán. Allá viven una situación extrema, donde parlamentarios votarán sin libertad y contra su voluntad, forzados por una disciplina (¿soviética?) y permitirían la comisión de un desafuero y las vacaciones de un Max Estrella que perjudica a un pueblo. El ejemplo es extrapolable, cuando en cuestiones de otra envergadura diputados contravienen convicciones por los dictados de un jefe que impone sin discusión. Se vulnera la libertad, la verdad y se quebranta la conciencia. La democracia es el mejor de los sistemas, pero reflexionar sobre totalitarismos en los grupos políticos beneficiaría la salud del sistema.