Ignacio Miranda - Por mi vereda

Arte, saber y chantaje

«Cuán triste es comprobar que la intransigencia sigue vigente en nuestro vetusto solar ibérico. Porque nunca se ha ido del todo. Ahora, revestida de democracia en un país desnortado»

IGNACIO MIRANDA

A Fray Luis de León le rodearon las huestes antitaurinas el lunes en el Patio de Escuelas de Salamanca. Con la consabida pancarta de «Tortura no es arte ni cultura» y otros lemas de similar jaez. Una movilización por las redes sociales de los estudiantes que odian la fiesta de los toros dio al traste con la presentación de la Cátedra de Tauromaquia de la Universidad, que cuenta con el apoyo de la Junta de Castilla y León, prevista para esa tarde. Alegando motivos de seguridad, el rectorado claudicó ante las presiones de una minoría ruidosa concentrada alrededor de la estatua del fraile agustino. Muchos de ellos no sabrán, para más inri, que nació en la villa conquense de Belmonte, topónimo que coincide con el gran torero de Triana amigo de escritores como Valle Inclán o Pérez de Ayala. Casi ninguno, que sufrió presidio en Valladolid, perseguido por la Inquisición tras haber traducido del hebreo el «Cantar de los Cantares».

Cuán triste es comprobar que la intransigencia sigue vigente en nuestro vetusto solar ibérico. Porque nunca se ha ido del todo. Ahora, revestida de democracia en un país desnortado. Impedir que alguien tome la palabra atenta contra un derecho elemental como libertad de expresión. Denegar una exposición de ideas en la Universidad, sede del saber y del contraste de pareceres, es muy grave. Y hacerlo más concretamente sobre toros y en Salamanca, la provincia más taurina de España, suena sencillamente a delirio, a degradación grotesca de una realidad que los provocadores pretenden eliminar a base de coacción.

«Denegar una exposición de ideas en la Universidad, sede del saber y del contraste de pareceres, es muy grave. Y hacerlo más concretamente sobre toros y en Salamanca, la provincia más taurina de España, suena sencillamente a delirio»

Al margen del nivel formativo, el precedente de lo ocurrido emborrona un poquito más el cuestionado prestigio de nuestro ámbito universitario. Ningún centro entre los doscientos mejores del mundo. Normal. Pero claro, qué vamos a pedir en instituciones académicas en las que una partida de energúmenos chillones tan pronto se cuela en una capilla durante la celebración de la misa para lanzar proclamas blasfemas, como aborta una disertación sobre derechos humanos del venezolano Leopoldo López o de Rosa Díez sobre regeneración democrática. ¿A qué libertades apelan estos pendencieros, niñatos hijos del pensamiento -o casi- único, cuando ellos no respetan ninguna?

La fiesta de los toros vive un momento muy delicado, vilipendiada por grupos perfectamente organizados, con más poder del que pensamos, que maneja con éxito los canales de la comunicación. Por eso vende sus mantras demagógicos y falsos como verdades absolutas. Por eso van calando entre los jóvenes. Pero a los aficionados no nos van a doblegar. No manseamos en tablas, no nos dolemos al castigo. Al contrario.

En consecuencia, la Universidad de Salamanca tiene ante sí una magnífica oportunidad de rectificar para convocar de nuevo el acto. Con el respaldo del mundo taurino y de la ciudadanía. Para que esta tierra siga siendo de arte, saber y toros. Sin ceder al chantaje. Ni a los complejos de lo políticamente correcto.

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