Fernando Conde - Al pairo

El abuelo que se jugó todo

«...Conviene saber algunas cosas que quien subscribe debe al interesantísimo libro «Algunos abuelos de la democracia», del notario Alfonso García»

ICAL

«1939, por Dios, por España y por su caudillo Franco… morir por una causa bella es alegre y digno, la vida es un acto de servicio y la vida religiosa es milicia, dijo nuestro San Ignacio, militar y español como V. E. Pero morir por algo tan torpe y miserable como fue la causa roja, es una doble muerte, ineficaz y estéril… Quiero colaborar con mi pobre persona en su Obra Eterna; necesito lavar, como Raimundo Lulio, en el martirio por la causa santa y justa -la de Franco- el delito de una juventud a la que se engañó miserablemente en la Universidad de Sevilla… haber sido engañado por esa serie de mercachifles, que al servicio de sociedad secretas, forjaban en nuestras almas, prostituidas universidades…».

Quien esto escribía el 20 de junio de 1939 había sido condenado a muerte por un tribunal militar. Sobre su vida y actos hay testimonios encontrados que, de una parte, lo acusan de formar parte de las huestes del enemigo y haber actuado sin piedad en su nombre, y por otra, de haber salvado, como auditor capitán del tribunal militar del IX Cuerpo del Ejército con sede en Úbeda, a mucha gente de signo ideológico contrario. ¿Ejecutor o salvador? Quién sabe. De lo que no cabe duda, a tenor de sus palabras, es del fervor y el ardor adhesivo con el que se manifiesta en su escrito de clemencia hacia quien, en España, acababa de convertirse en dictador para una larga temporada. Y puede entenderse como lógico que, en trance de muerte segura, alguien trate de salvar el pellejo a toda costa. Incluso adjurando de toda una vida pasada y declarando con arrebato apasionado su amor por las ideas del ganador. No hay nada que objetar al respecto. Pero conviene saber algunas cosas que quien subscribe debe al interesantísimo libro «Algunos abuelos de la democracia», del notario Alfonso García.

En el libro se hace una semblanza de los abuelos de personajes hoy en el candelero: un tal Zapatero, un tal Rajoy, un tal Sánchez, Rivera y Pablo Iglesias. Procura el autor no juzgar y suministrar solamente datos para que el lector valore de qué maderas provienen estas astillas. Algunos recordamos, por ejemplo, a un orgulloso Iglesias clamar en el congreso que su «abuelo se lo jugó todo, cumplió con sus responsabilidades y acabó en la cárcel (esto último es cierto); y que era uno de los pocos que militaban en el PSOE durante la dictadura y todos los primeros de mayo estaba frente a la tumba de Pablo Iglesias» (el genuino, no él). El abuelo de Pablo, Manuel Iglesias Ramírez, y el autor de las palabras transcritas al inicio de esta columna son la misma persona. Juzgue el lector…

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