SOS abejas

En la vertiente meridional de la sierra de Gredos, dentro del valle del Tiétar, se encuentra la localidad de Poyales del Hoyo, donde vive Gerardo Pérez, conocido como «el señor de las abejas». En una finca recoleta entre bancales de higueras y olivos, con una vista privilegiada que permite contemplar los encinares ondulados hacia el Tajo y divisar en días claros Las Villuercas y los Montes de Toledo, este apicultor emprendió la aventura de divulgar un apasionante mundo que ya cautivó a los egipcios. Allí, en plena naturaleza, dirige un aula museo vivo que recibe cada semana decenas de visitantes. Con el verbo ameno de los hombres de campo, Gerardo explica los arcanos de las abejas melíferas, de la compleja organización social que alberga cada colmena y que conforma una unidad biológica. Una morada cúbica donde viven decenas de miles de laboriosos insectos, las obreras, para cuidar a la reina y alimentar a las larvas, junto a un reducido grupo de zánganos. Una caja de madera que mantienen siempre limpia sus inquilinas, y que produce miel, polen, jalea real y propóleos. Obtener un kilo de miel, por ejemplo, requiere el trabajo tenaz de 2.500 abnegadas abejas, que en épocas de floración apenas viven siete semanas y realizan miles de kilómetros para libar.

El apicultor pone especial énfasis en el alarmante descenso de su población, a consecuencia del uso de plaguicidas y herbicidas. Un hecho con efectos nocivos sobre la agricultura y la alimentación mundial, puesto que la mayoría de los cultivos son polinizados por ellas. «Ya lo predijo Einstein: sin abejas ocurriría un desastre global que impediría la vida humana en solo cuatro años», dice Gerardo ante un público entre sorprendido y absorto. Su esfuerzo pedagógico estimula un compromiso de sostenibilidad. No todo van a ser, en nuestro medio rural, recreaciones históricas de indumentaria más bien hortera y mercados medievales con tenderetes de serie.